domingo, 21 de marzo de 2021
Juan del Rio Martín, "Nuevos apuntes para la vida"
Para un historiador que lee un texto que llama su atención, la biografía del autor es generalmente decisiva porque sus preocupaciones y su carácter ayudan a comprender lo que escribe desde su interioridad, dado que existe generalmente una íntima correlación entre ambos. El libro que presento propone muchos temas de gran actualidad y en su desarrollo nos es dado intuir cómo trabaja y cómo piensa su autor, cómo actúa y qué siente en su vida pastoral, en su tratamiento intelectual de los acontecimientos y en su actividad sacerdotal.
Juan del Rio ha desarrollado en su vida un itinerario coherente, marcado sensiblemente por sus preocupaciones pastorales, visiblemente presentes en los diversos puestos ministrados como sacerdote y como obispo, como coadjutor y párroco, como consiliario y, especialmente, como “inventor” innovador del servicio de asistencia religiosa (Sarus) de la universidad de Sevilla, como profesor en la misma universidad y en el Centro Teológico de la archidiócesis, como obispo de Asidonia-Jerez y arzobispo Castrense de España. Ha mantenido una preocupación meditada por los medios de comunicación social tanto entre los obispos de Andalucía como en la Conferencia Episcopal, y ha insistido de palabra y obra sobre su importancia decisiva en la adecuación y renovación de la pastoral eclesial.
Conoce pues bien los diversos campos eclesiales porque ha participado directamente en algunos de ellos y en otros los ha estudiado, meditado y enseñado. Si a esto añadimos su sentido de la amistad y de la colaboración allí dónde se encuentra, comprenderemos mejor el sentido de sus textos y su propia disponibilidad al exigir el cumplimiento del compromiso cristiano. No hay muchas personas para quien Dios es real y siempre cercano, y estos textos indican su necesidad y el modo de conseguirlo.
¿Qué denotan la notas y reflexiones que encontramos en estas páginas que presentamos? En primer lugar, su cercanía y conocimiento de los cuatro papas que ha conocido directamente. Juan XXIII es el convocó el concilio al que sigue filialmente el autor, Juan Pablo II le nombró obispo, Benedicto XVI cuya doctrina, actuación y renuncia explica y comenta con unción, y Francisco, el papa que le ha abierto horizontes y audacias evangélicas.
Juan del Rio ha nacido en Ayamonte, ha crecido y ejercido en Sevilla, ha sido obispo de Jerez. Su asimilación teológica de la religiosidad popular es creativa y profundamente seria. Su predicación en las Cofradías, en el Rocío y entre los universitarios consiste en una profundización y asimilación de la ternura humana ante el cariño sobrenatural de Cristo y de su madre por los seres humanos. Sus breves textos en el libro nos ayudan a comprender el significado profundo de una religiosidad no siempre bien ejercida ni bien comprendida.
Este libro conecta las facetas diarias de la vida religiosa de los cristianos, con un estilo nada alambicado ni rutinario ni clerical sino marcado por la espiritualidad profunda de san Juan de Ávila y el sentido común de un humanista actual. No habla de memoria sino con una espiritualidad asimilada y tamizada por su contacto diario con cuanto significa sor Ángela de la Cruz, con el hombre y mujer de la calle y con los soldados que temen por su vida en Afganistán o en el Líbano. Aunque los jóvenes cristianos actuales parecen creer sin pertenecer ni formar parte de la Iglesia, este libro parece tener en cuenta, también, a los jóvenes soldados que viven en peligro de muerte y que piden más conscientemente el bautismo o la confirmación porque se sienten más cerca de una Iglesia que ofrece la salvación.
Reflejan también la calidad instructiva de las páginas el apunte dedicado a las vacaciones, un consejo sapiencial sobre sobre la capacidad de gozar de un tiempo tan especial, tan propicio para pensar, conocernos mejor, leer páginas que enriquezcan nuestra mente y nuestro espíritu.
En cada página está presente el sentido de comunión y diálogo, palabras que resuenan con más rotundidad en una sociedad tan enfrentada como la nuestra y son más reconocibles y ambicionadas por su débil presencia en una Iglesia como la española, dividida, fraccionada en sectas, con proclamas inalcanzables y con ambiciones más relacionadas con la miseria y la miopía mundanizada de muchos clérigos que con las verdaderas urgencias eclesiales. Lo comprobaremos en la preparación y el desarrollo de las próximas elecciones en la Conferencia episcopal.
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