Giróvago
Si te sumerges en mis ojos verdes podrás descifrar los significados.
Las secuelas de aquella bomba que todavía estalla en mis oídos; mi dedicación
al deporte y a la educación; mi fe en una política que intenta despertar lo
mejor de cada persona; la danza: bailar es como deletrear las sílabas de Dios
con cada parte del cuerpo. Así he ido atravesando el tiempo errante y
peregrino. Consciente del peso y de las huellas. La sabiduría y la inteligencia
de lo cotidiano. La lección que te llega por boca de la desgracia y la
capacidad de sostener la mirada a la muerte. Y es entonces cuando he atravesado
los umbrales de ese hogar eterno. Fuera los miedos y las lamentaciones. Fuera
las riquezas que no perduran y las vanidades. Mi voz tiene más luz desde que entraste en mi vida. Sigiloso, como la brisa del atardecer, radiante. Ahora me
dedico a servir. Puede parecer una tontería pero intento que todo tenga
sentido. Comprar un helado de mango a mí hija, sacar una sonrisa al camarero,
quitarle peso a mi mujer, apretar el hombro de ese chaval que no se encuentra…
Danzo errante por el barrio. Soy como esos bailarines sufíes que dan vueltas y
vueltas buscando el centro. Yo giro y giro rozándome con la gente. Siento,
escucho, aprendo, no paso de largo, no evito la mirada. Fuera los miedos y las
lamentaciones. Fuera las riquezas y las vanidades. Es tiempo de creer y yo he tenido
la suerte de bailar al ritmo del Espíritu. Con una mano hacia lo alto y con la
otra mirando a la tierra. Qué imagen más bella. Que todo tenga sentido. Como el
latido del corazón; como los brillos del ocaso; como la nube de estrellas. Deja
que Dios te posea y el cuerpo será lenguaje. Así es la caligrafía de lo eterno
y el mundo sigue girando.