domingo, 17 de enero de 2021
No dejar a nadie atrás
Me perdonará mi amigo José María, mucho más experto que yo en la materia, pero hay una pregunta que llevo meses haciéndome.
¿En África no hay coronavirus? Porque sabemos que en Occidente, y por supuesto China y Rusia, los informativos, tertulianos, “twiteanos” y demás expertos, se encargan de informarnos diariamente (bueno más bien casi horariamente) acerca de la difusión del virus, de las camas ocupadas en planta o en la UCI, no ya por países, sino por comunidades autónomas o regiones. También sabemos en cada instante el número de vacunas compradas, fabricadas, distribuidas y administradas. Europa ha comprado más de 1.500 millones de vacunas, es decir, más de tres veces su población. Imagino que el resto de países ricos rondarán o superarán dicha cifra. Pero ¿y los países pobres? ¿y África? Algo de virus deben sufrir, cuando se habla de la mutación sudafricana, pero ésta nos pilla lejos por ahora.
¿Quien se preocupa de la extensión del virus en países con capacidad sanitaria infinitamente inferior a la nuestra? ¿Cuántas vacunas se van a destinar a estos países? ¿Cuándo? ¿a costa de endeudarlos todavía más?
Papa Francisco en Fratelli Tutti advierte, en muchos de sus puntos, pero quizá de manera muy clara en su punto 142, de “…que hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana”. Los países ricos nos hemos apresurado a protegernos, olvidándonos de nuestros hermanos más desfavorecidos. Nos rasgaríamos las vestiduras si en España el criterio de vacunación fuese la capacidad económica. Aunque imagino que se producirán algunas graves injusticias (prioridad de vacunación de gente de la calle, inmigrantes sin papeles, marginados, etc), la pelea aquí se centra en cálculos políticos y desacreditación del rival político. Yo vacuno a mis votantes, y el resto… Todo se juega en la arena política y de muchos de los medios de comunicación.
De manera similar, Michael J. Sandel -profesor de ciencias políticas de la Universidad de Harvard -en “La tiranía del mérito, ¿qué ha sido del bien común?”, nos alerta de cómo la meritocracia sin valores, sin una búsqueda del bien común, ha construido una sociedad hueca, desnortada, crispada. Caldo de cultivo para populismos y populistas que, con mensajes demagogos, llegan al poder del que luego es muy difícil desalojarlos. Y siempre con un coste extraordinario.
Aunque fuese solo por criterios egoístas, estamos ante una ocasión única para que la vacuna se administre en todo el mundo a la misma velocidad y con los mismos criterios y calendarios. De otra manera nos encontraremos con sociedades profilácticamente vacunadas, y cientos de millones de personas que tratarán de llegar a nuestros bonitos países. Pero la valla que tendremos que construir será más alta que la del denostado Trump, o de las concertinas españolas. El virus mutará, se extenderá en esos países, se hará inmune a la vacuna, y vuelta a empezar.
En fin, progres y católicos que acogimos con alegría Fratelli Tutti, tenemos una magnífica ocasión de actuar y no solo de aplaudir. Si de verdad queremos hacer algo, preocupémonos por nuestros hermanos más pobres, no solo a la vuelta de la esquina, que también. ¿Cómo? Empezando a cuestionarnos más allá de nuestro ombligo, levantando la voz en nuestros círculos de influencia, sin despreocuparnos del frágil que tenemos a tiro de piedra.
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