domingo, 24 de enero de 2021
Siguiendo a Jesús itinerante
Joaquín Villanueva García nació el 14 de enero de 1948 en Ciudad de Panamá y murió allí el 2 de enero del 2017. Estudió medicina en la Complutense y su residencia fue la mía, el Colegio Mayor Marqués de la Ensenada. Con él hice mi primer viaje a Santiago de Compostela, recorriendo algunas etapas del camino y bajando con alegría la cuesta del monte del Gozo. Durante años escuché a mi amigo narrar su experiencia del camino francés en conferencias pronunciadas en Panamá. Desde entonces, el camino ha permanecido identificado con amigos entrañables que me han acompañado en momentos inolvidables de mi vida.
Sin embargo, las primeras noticias detalladas las recibí durante el verano de 1954 con motivo de la estancia del patriarca de Venecia, cardenal Roncalli, en mi casa de Pasajes de San Juan, invitado por mi hermano a ganar el jubileo jacobeo. El futuro papa Juan XXIII conocía bien la historia de la tres grandes peregrinaciones medievales, pero en mi casa el historiador Tellechea y mi hermano le fueron describiendo con todo detalle los sorprendentes itinerarios europeos que desembocaban en Compostela. España vivía precariamente en esos años y el año santo compostelano de 1954 se convirtió en una bocanada de aire europeo, de encuentro y comunicación con peregrinos de otros países que, de otro modo, no hubiesen llegado a un país entonces tan marginado.
Las peregrinaciones a Jerusalén, Roma y Compostela han sido esencialmente actos religiosos, de sacrificio, oración dificultades y penitencia, aunque con el tiempo y, sobre todo, en los últimos decenios, los viajes a Roma y Tierra Santa se realizan en avión, tren o automóvil, de forma que Compostela es la única meta que permanece esencialmente identificada con el camino, el esfuerzo y las privaciones de los caminantes. Sin embargo, la atracción por el ejercicio físico y la secularización galopante de nuestros días, consigue que la motivación de muchos de estos caminantes se centren en la actividad física, desdeñando o marginando su conexión cultural y religiosa. No existe en el mundo una experiencia semejante: cientos de kilómetros de vivencias religiosas, reclamos profundamente culturales y entornos naturales extraordinarios. Europa nació una vez más entorno al camino y el cristianismo mostró algunas de sus características más profundamente bellas en estos itinerarios deslumbrantes.
Juan Mari Laboa
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