domingo, 21 de marzo de 2021

Bomba de relojería

“Esta situación es una bomba de relojería”. Los obispos callan, pero siguen, atónitos, los vaivenes de la montaña rusa en que se ha convertido el día a día de la política en España. Primero Cataluña. Y ahora lo de la fallida moción de censura en Murcia y, sobre todo, Madrid, con los sendos órdagos lanzados por dos de los representantes políticos que más crispan en todo el país, Pablo Iglesias e Isabel Ayuso, el uno lanzado al nuevo ‘no pasarán, y la otra al ‘comunismo o libertad’ “Lo que está pasando no ayuda a confiar en la clase política, todo lo contrario. No hay liderazgos que nos devuelva la confianza, lo que incide en el descrédito de lo político”, señala un obispo muy preocupado por lo que se nos puede venir encima como sociedad. “La moción de Murcia ha dinamitado muchas cosas y se perderá también un tiempo precioso. Definitivamente, viene en un mal momento, porque no estamos para políticas frívolas como las que estos hechos demuestran y todo se está radicalizando demasiado”. Frivolidad y colas del hambre Efectivamente, esta “política frívola” llega cuando la pandemia sigue campando por sus fueros, con más de 70.000 fallecidos, y subiendo; con una población exhausta, afectada por una contracción económica del 11%, la mayor desde la Guerra Civil, que ha llevado a las colas del hambre a medio millón de personas que nunca antes habían pensado llegar a tener que mendigar, como muy bien sabe Cáritas, que durante este primer año desde la declaración del estado de alarma ha visto cómo llamaban a sus puertas un 57% más de demandantes de ayuda… “La distribución de recursos económicos a través de las ayudas públicas es lo que ha parado los intentos más revolucionarios que hemos vivido en los últimos tiempos, porque esta situación es una bomba de relojería”, apunta el prelado, que ve también cómo la inesperada convocatoria electoral en Madrid fruto de un tactismo político puede comprometer la gestión de las fondos que se espera que lleguen de Europa como agua de mayo para las ayudas directas a las pequeñas empresas y los autónomos que están con el agua al cuello. Aunque a algunos de sus miembros les rechinen los dientes, el Episcopado asiste con mucha prudencia a estos acontecimientos. No quieren dar ni el más mínimo motivo para que la tomen con ellos y convertirse en los chivos expiatorios. Han querido tentarles con el listado de las inmatriculaciones y hasta el Gobierno ha tenido que salir a darles la razón. En este momento de “polarización” prefieren hacerse a un lado, tejer su red de contactos en donde se pueda dialogar desapasionadamente y tener a punto, como siempre, su impresionante tejido asistencial, siempre presto a echar una mano. El peligro del populismo Pero el aviso ya está hecho. Primero durante su discurso inaugural en la Plenaria de noviembre, donde el cardenal Omella ya advirtió de los peligros del “virus de la polarización”. Y hace unas semanas, en unas jornadas organizadas por la Universidad Pontificia Comillas, donde el presidente de la Conferencia Episcopal, afirmó que “si esto no se corrige [los desiguales efectos de la pandemia y la crisis económica consiguiente], puede ser el caldo de cultivo de una explosión social, con el auge de los populismos y las dictaduras”. Las esperanzas de desinflamar la enloquecida vida política en España pasan, en opinión de las fuentes episcopales consultadas, por la gestión de las vacunas. “Vamos a ver si con ellas puede mejorar la situación y estimular el turismo para que el año próximo comience la remontada. Pero no nos olvidemos de que hay gente que no puede esperar ni a octubre ni a noviembre de este año”, añaden. La encrucijada de Felipe VI Pero lo más importante es no seguir crispando el ambiente político de tal manera que acabe contagiando a la sociedad. “Se necesita que al otro de las trincheras se generen unos mensajes de más cordura, más al estilo de Salvador Illa”, dice un obispo, precisamente no muy de la cuerda del ex ministro socialista y católico confeso, por más señas… “Pero si PP y PSOE están a la greña, toda la situación política se corrompe, como estamos viendo, y se retrae la salida a esta crisis”, añade, para ponderar las discretas conversaciones que estas formaciones políticas habían empezado a mantener para desatascar el nombramiento de jueces o articular medidas de consenso para sostener a la Corona en un momento tan delicado para Felipe VI, de quien algunos obispos señalan que “está ante una encrucijada que no se le desea a nadie, primero por su padre, el rey emérito, pero también por las hermanas, los cuñados…”. Azuzar a la gente Pero esta polarización no solo puede comprometer la gestión de los fondos económicos liberados por la Unión Europea y que se comprometan las ayudas “y desanimar muchísimo a la gente”. Se teme también que se use para azuzar a la gente. Se percibe ya en las tertulias, en los medios de comunicación, que parecen poner la alfombra al populista de turno. “Y en momentos que podríamos denominar prerrevolucionarios, como lo son los actuales, las personas son muy manipulables”, apunta otro pastor. Y pone el ejemplo de las recientes manifestaciones violentas en Barcelona tras el encarcelamiento de un rapero, con miles de jóvenes en las calles, dirigidos por grupos violentos perfectamente organizados. Y temen que una muerte en uno de estos enfrentamientos de tanta violencia pueda degenerar en lo que más teme el cardenal Omella: un estallido social que haga saltar todo por los aires. Por eso, ahora los obispos callan… Y rezan. Adivinanza “A lo largo de los últimos meses, los políticos que han intervenido en la gobernación del Estado se han movido como si existiera una fuerza superior capaz de resolver los errores debidos a su frivolidad. Como esta fuerza no existía, se les ha deshecho todo en las manos”. ¿Quién es el autor de esta frase? ¿Alguna de estas fuentes episcopales? Frío, frío. Aunque parece dicha esta misma mañana, es de Josep Pla, anotada en su diario -que daría lugar al libro “Madrid. El advenimiento de la República”- el 2 de julio de 1931…

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