sábado, 24 de abril de 2021

SOLEDAD

 “Y de todas las formas, al fin y al cabo, solo como al principio.” Podría haber sido una frase del evangelio por su fuerza y su hondura. Pero es de un conocido cantautor, Hilario Camacho, y me acompaña desde chaval. Vivimos tiempos de soledad, esa soledad que en muchos casos te seca el corazón y la mirada. “Me he dado cuenta de que de las treinta amistades que tenía ninguna era realmente importante”, me decía un joven el otro día. Soledad en el espejo. Soledad en el trabajo. Soledad en el bullicio de los bares, (con o sin mascarilla). Soledad de la televisión y de las aplicaciones de internet. Soledad de los diálogos de familia. Soledad al acostarte. ¿Desgracia u oportunidad? “Y de todas las formas, al fin y al cabo, solo como al principio”. Es tiempo de escucha. Escuchar los ecos de nuestro pecho, la voz de Dios. En la soledad y en el silencio resuenan los latidos de nuestro corazón. Ritmo constante y sereno. Ritmo acelerado o enérgico. Cuando nos adentramos en su danza es como descubrir una compañía: la respiración que se mece bajo los hilos de la eternidad. Poner tu mano sobre las tripas y sentirte. Qué importante es sentirnos. Ahora podemos acompasar nuestros pasos con el latido de la humanidad: con el de tu vecina, con el de tu hermano, con el de tu tendero. Solos pero parte de un conjunto, como una pincelada en medio de este cuadro inmenso y maravilloso. “Y de todas las formas, al fin y al cabo, solo como al principio” O tal vez no.



2 comentarios:

  1. Volvemos al anterior. Hay soledad bpero con ese amigo del alma, la soledad es mas llevadera.

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