lunes, 1 de febrero de 2021
COVID NUESTRO QUE ESTAS EN LOS CIELOS...
¿Con qué cara se quedarían los hijos de Israel cuando Moisés les reveló los nuevos mandamientos de “Jehová”? El becerro de oro había perdido todo su significado y había que empezar de cero… Y, a pesar de la enorme distancia, ¿no hay un cierto parecido con la época actual?
Ahora, varios milenios después (en tiempos de los “pandemians”, posteriores a los “millennials”), lo de honrar a tu padre y a tu madre, santificar las fiestas, o no poder levantar falso testimonio, no codiciar los bienes ajenos, no cometer actos impuros, o incluso “no matarás” (tan lejos de la políticamente correctísima interrupción de la vida del feto), por ejemplo… Todo ello parece hoy en día trasnochado, anticuado, rancio, innecesario, pero, ¡hay de quién incumpla los mandamientos del “santo covid”! Si no aplaudes cuando lo hacen los demás, o si no llevas mascarilla el día que toca llevarla (o si la llevabas cuando no tocaba, o la llevas del modelo que “es demasiado bueno”, o del que se ha pasado de moda…). ¡A la hoguera! La “santa inquisición” del covid puede dejar a Torquemada a la altura de la abuelita de Heidi…
El viernes pasado fui al Carrefour. Con la cesta repleta de artículos de mi lista, me acordé justo al final de los aguacates, que casi me cuestan la vida… ¡Más peligroso que viajar por Sudán del Sur o el Congo! Los cogí con las manos a toda prisa dispuesto a encaminarme hacia las cajas y frente a mí me encontré a uno de estos inquisidores echándome en cara mi sacrilegio. Llevaba mi mascarilla, me había echado varias veces el gel hidroalcohólico, guardaba distancias, pero era un vicioso miserable que debía haber incumplido alguno de los pecados capitales… ¡Cogí los dos aguacates sin guantes! Mi interpelador, que desconocía que me acababa de hacer una PCR y que me sentía tan puro como si hubiera salido directamente de la pila bautismal, solicitaba a gritos mi lapidación y mi purificación en la hoguera. Por mi parte reconozco que tengo muy poca paciencia y le contesté mal contestado (le pregunté si eran tan pirados en su familia como para chupar la piel de los aguacates con los que temía contagiarse), ante lo cual me enseñó su puño literalmente, y la trifulca no llegó a mayores gracias a mi tamaño (afortunadamente bastante más alto que mi inquisidor).
La PCR me la había hecho porque el lunes volaba a Uganda con Klm y tenía que llevar una PCR negativa con una antigüedad máxima de 120 horas, pero los nuevos mandamientos del covid no están escritos sobre piedra sino que son un poco más cambiantes… Cuando faltaban 56 horas para que saliera mi vuelo cambiaron las normas y la aerolínea exigió que la PCR se hiciera con 72 horas de antelación (con lo que el preaviso de antelación pasaba a convertirse en un “post-aviso” de ¿“despuéslación”?), y aunque no estaba bien explicado, parece ser que también solicitaban llevar adicionalmente un test de antígenos realizado 4 horas antes (lo cual resulta hartamente difícil si tu vuelo sale a las 6.00 am y te presentas con tus maletas en Barajas a las 4.30 am sin esos antígenos que no sé dónde se pueden obtener de madrugada…). Lo más sorprendente no es que cambien las normas constantemente y que te dejen en tierra vulnerando todos tus derechos, sino que encima te apuntan con su dedo acusador indignados por tu felonía al incumplir una de las sagradas restricciones de la ley del “dios Covid”.
Así que tuve que quedarme en tierra con otras dos voluntarias, y nos quedamos sin visitar varias decenas de misiones en las que nos esperaban para tratar de atender otras muchas necesidades (que en Africa también sufren el covid, pero sufren además de muchas otras catástrofes que les han acompañado siempre…). Y sin poderme mover de Madrid, este fin de semana me han vuelto a echar en cara nuevos y horribles pecados en situaciones insólitas (porque aunque creas que cumples todas las restricciones covid, siempre hay un dedo acusador recordándote que olvidaste una sub-variante de las restricciones, que mutan más que el propio virus…).
Pues aunque sé que probablemente acabaré en una plaza pública colgado de los pulgares, escupido, azotado, y “latigado”, tengo la necesidad de reconocer mi agnosticismo frente a esta nueva religión que tanto nos ha transformado en este último y fatídico año. Porque por supuesto que me preocupa enormemente como a todos esta enfermedad, el sufrimiento, las horribles y desconsoladas muertes, el caos sanitario, la ruina económica, etc.etc.etc. Pero, no soy partidario de esta “nueva religión” que nos ha convertido en borregos sin opinión, que nos tenemos que creer a pies juntillas los “dogmas de fe” que “Papá Estado” ha decidido que son mejores para nosotros… Como dice mi hijo mayor, no resulta fácil comprender (usemos mejor el verbo “comulgar” ya que se trata de una nueva religión no sometida al análisis racional o empírico), porque no se contagia este virus en un aula con 200 alumnos en un examen presencial (o en un vagón del metro con esos 200 estudiantes que se dirigen a dicho aula), pero si es tremendamente contagioso si 5 de esos 200 alumnos van a celebrar a una cafetería que les ha salido razonablemente bien el examen (a partir de 4 esta relación pasa a ser pecaminosa). Y a ciertas horas es ya mucho más contagioso, y en ciertas latitudes, como por ejemplo en “tu casa” ya se contagiará todo el mundo inexorablemente a no ser que sea conviviente (cosa que no pasa en un bar). Y ahora que el Profeta de esta nueva religión, “el Sumo Pontífice Illa”, ha peregrinado a Cataluña, están apareciendo allí nuevos milagros, como que la gente ya no se contagia si viajan entre provincias para asistir a meetings electorales, ni el presidente de una mesa electoral deberá sentirse amenazado si frente a él depositan su voto millares de votantes, por cierto los últimos de la tarde electoral podrán también ir a votar sin ningún tipo de riesgo incluso con covid, con bula del “Ayatollah Simón”.
Y si un calentón de Enrique VIII con la Bolena fue el preludio del cisma anglicano, ¿porqué no crear sectas frente a esta nueva ideología teniendo más en cuenta el riesgo de contagio que el de independentismo? ¿No debería existir una atenuante para los que hemos pasado ya la enfermedad y tenemos anticuerpos? Y cuando haya gente con doble vacuna, ¿también se les va a confinar y a prohibir viajar o ir a ver a sus familiares? ¿O todos al patíbulo sin excepción?
Dicen que en Israel han pagado el doble por la vacuna porque esperan rentabilizar su eficacia con una población inmunizada en marzo que pueda ir a trabajar, que pueda ir a eventos, que pueda consumir o viajar… Con la esperanza puesta en la “VidaEterna”, o más bien en este caso, en la “VacunaModerna”, esta nueva religión ha vuelto a fijarse en el pueblo elegido, pero nuestros muy venerados Pedro y Pablo… ¿Querrán que seamos libres a partir de marzo como los ciudadanos de Israel? ¿O tal vez nos prefieren aborregados con inquisidores acusándonos en el Carrefour y manteniéndonos a raya?
“Adorarás a las restricciones del Covid por encima de todas las cosas…” dice el último y más importante de los mandamientos. ¡Y todos a aplaudir litúrgicamente!
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