domingo, 5 de diciembre de 2021

EN UN BANCO AL FONDO DE LA IGLESIA

 Cuando Jesús nació pensaba en José. Hasta hace unos días José vivía en la calle, rodeado de cartones, con su perrillo y su lata de cerveza. Ahora José comparte un pequeño piso. Por lo menos tiene un techo y una cama aunque soporta tremendas discusiones. Le gusta ayudar y, como dice él, le viene bien para estar ocupado y tener algunas obligaciones. Los lunes viene a la parroquia y limpia el patio con una delicadeza que para sí quisieran muchos jardineros profesionales. El otro día empezó tirar de las partes secas de la enredadera y acabó recortándola por completo. Cuando termina su tarea nos tomamos un café juntos y aprovechamos para charlar un rato. Con su historia se podrían hacer algunas teleseries y aun daría para varias secuelas. Normalmente, cuando llega, se sienta en algún banco del fondo de la iglesia y reza tapando con las manos su redonda cara.

Son los Josés, las Marías, los sencillos, los que sólo tienen historias que contar y corazones en reparación, los que nos han traído al Dios con nosotros. Jesús, cuando nació, pensaba en José. Desde entonces ya le amaba y arropaba sus sueños mucho antes de que él le rezase en un pequeño banco en el fondo de la Iglesia. Y mientras José cuida de su jardín y, hasta en ocasiones, toman café juntos.




sábado, 6 de noviembre de 2021

COMO UN VOLCÁN

 


Todos nos hemos visto sobrecogidos por las hipnóticas y devastadoras imágenes del volcán de La Palma. Una vez más la naturaleza marca un ritmo que nos deja a contrapié. Casas sepultadas, plantaciones arrasadas, proyectos de vida e historias quebradas por una tierra que ruge y escupe toda su energía y su furor. En la boca de muchos palmeros, además de las lágrimas y del dolor, un mantra repetido: tenemos que mantener la fe y la esperanza. Cuando nos quedamos sin nada queda lo esencial. Transcender y transcendernos; descubrir que “somos” con, por y para los otros; solidarizarnos, empatizarnos y creer. Estamos saliendo de una pandemia, recuperándonos de Filomena, viendo pasar gotas frías con más frecuencia. Parece que hay una voz que se empeña en traernos del lado de la humildad. Tal vez sea tiempo para construir algo nuevo, no algo de masas, ni por decreto, ni sujeto a ideologías rancias o prejuicios frentistas. Algo que nace de lo pequeño, como el grano de mostaza. Algo que está dentro de ti y que quiere despertar como un volcán.





miércoles, 6 de octubre de 2021

AMIGO

 


Amigo es una palabra muy grande, muy bella, muy del evangelio. A veces llamamos amigos a gente conocida, a compañeros de trabajo, a cómplices de diversión. Algunos lo son, la mayoría no. La amistad, como todo lo bueno y valioso de la vida, es un regalo. Cuando nos hacemos regalo para los demás sembramos amistad. Hay gotas de agua que riegan esta planta: la confianza, la disponibilidad, el equilibrio, la aceptación, la discreción, la prudencia, la generosidad. El amigo tampoco es el omnipresente, (hoy los jóvenes dirían "amigo especial" o "mejor amigo"), sino el que, como la luna, sabe brillar y ocultarse pero siempre está. No es de extrañar tener presente hoy esa frase tan repetida: “Quien tiene un amigo tiene un tesoro”. Hoy quiero agradecer de corazón la amistad de alguien que ha sido un verdadero tesoro, (y seguirá siéndolo), para Madrid, para Cáritas, para la Iglesia y para nuestro mundo tan necesitado de amigos, de regalos y de luz. He aprendido mucho, y espero seguir aprendiendo, con rostros diferentes, haciendo camino, equivocándonos y acertando, pero siempre enriqueciéndonos.

Esta es la diferencia: ser capaces de marcar la diferencia en el ser y en el hacer. Por lo recorrido y lo que nos queda: ¡Gracias!

A Javier




martes, 29 de junio de 2021

MESA CAMILLA

 


Amiga siempre voy a recordarte. Tu lenguaje era el lenguaje de un tal Jesús, sencillo, que se servía de cuentos y pequeñas historias para ponerlo al alcance de todos. Como te gustaba decir: “un Dios de mesa camilla”. Un café, un trocito de pastel compartido, un vasito de vino dulce ¿qué puede ser más divino? Claro que encontramos la presencia sagrada en la Iglesia y en el templo, pero tú encontrabas rastros de ella en la sala de espera de una peluquería, junto a las revistas del corazón, en el descansillo de tu casa. Conseguías ese milagro de la verdadera comunicación, mirar lo que se esconde debajo de la piel, tocar el centro y prender la llama. Recuerdo cómo te ilusionabas con las aulas de cultura haciendo que cada mujer se sintiese especial y viva. Pero lo que principalmente te provocaba eran los desafíos y los retos: asomarte a la Casa de Campo para mirar a los ojos a esas chicas de la carretera; acompañar la soledad de las pérdidas o de las familias; derramar tu tinta como un calamar que lanza chispas de luz hacia el alma. Hay gente especial como tú. Bueno tú dirías que todos somos especiales, el arte está en saber descubrirlo y ponerlo en valor. Compañera de camino, es una suerte haber compartido tantas mesas camillas contigo. Eres afortunada. Ahora estarás bromeando con algunas de tus chicas, con un café (en el cielo tiene que haber café), y jugando a las cartas con Dios. No nos olvides, sigue ayudándonos a saber mirar, a encontrar lo divino en la peluquería, en el supermercado, en la puerta del vecino, en cada atardecer. Gracias.

 

A Mari Patxi



domingo, 30 de mayo de 2021

CARI

 Celebramos este día tan bonito y especial en la Iglesia, el día de Caridad. Pan partido, alimento de fraternidad. Y me viene a la cabeza mi amiga Cari, que así se llamaba, mujer recia, siempre sonriente, con luz en la mirada. Su silla de ruedas nunca fue un impedimento para moverse y para mover corazones. Pendiente de cercanos y lejanos, consciente de que una llamada, en ciertas ocasiones, puede aliviar el dolor o hacerte compañía. Su esposo también con limitaciones físicas pero con un alma misionera. Con razón el grupo en el que participaban se llamaba “fraternidad”. Escuchar como hermanos, mirar como hermanos, soñar como hermanos, tratar como hermanos. Una tarea siempre pendiente y tan urgente en este tiempo de discursos gruesos y en el que resulta más sencillo insultar, despreciar, ignorar o cosificar a las personas. A veces la enfermedad, el dolor, ayudan a entender mejor. Cari siempre sorprendía. Cocinando con cariño, compartiendo mesa y pan. No hacía falta avisar. ¿Te quedas a comer? Una partida de ajedrez, un ratito de televisión, una oración juntando nuestras manos. La vida es más amable con casas abiertas, con parábolas de vida, con fraternidad hecha carne. Si todos los que decimos creer en Jesucristo dejáramos de discriminar entre prójimos, “porque si sólo amas al que es tu amigo, ¿en que te diferencias del que no cree?”

Cari fue una estrella de luz. Sus mejillas sonrosadas hablaban de Dios. Nunca faltó licor de alegría y de ternura en sus ojos. Ellas son las que transforman nuestro pequeño mundo.




sábado, 24 de abril de 2021

SOLEDAD

 “Y de todas las formas, al fin y al cabo, solo como al principio.” Podría haber sido una frase del evangelio por su fuerza y su hondura. Pero es de un conocido cantautor, Hilario Camacho, y me acompaña desde chaval. Vivimos tiempos de soledad, esa soledad que en muchos casos te seca el corazón y la mirada. “Me he dado cuenta de que de las treinta amistades que tenía ninguna era realmente importante”, me decía un joven el otro día. Soledad en el espejo. Soledad en el trabajo. Soledad en el bullicio de los bares, (con o sin mascarilla). Soledad de la televisión y de las aplicaciones de internet. Soledad de los diálogos de familia. Soledad al acostarte. ¿Desgracia u oportunidad? “Y de todas las formas, al fin y al cabo, solo como al principio”. Es tiempo de escucha. Escuchar los ecos de nuestro pecho, la voz de Dios. En la soledad y en el silencio resuenan los latidos de nuestro corazón. Ritmo constante y sereno. Ritmo acelerado o enérgico. Cuando nos adentramos en su danza es como descubrir una compañía: la respiración que se mece bajo los hilos de la eternidad. Poner tu mano sobre las tripas y sentirte. Qué importante es sentirnos. Ahora podemos acompasar nuestros pasos con el latido de la humanidad: con el de tu vecina, con el de tu hermano, con el de tu tendero. Solos pero parte de un conjunto, como una pincelada en medio de este cuadro inmenso y maravilloso. “Y de todas las formas, al fin y al cabo, solo como al principio” O tal vez no.



martes, 6 de abril de 2021

CON LA PRIMERA LUNA DE PRIMAVERA

 El brillo de esa primera luna de primavera anuncia la vida y la resurrección. Cristo ha resucitado en Sevu o en Basile, el capellán de la Fundación Jiménez Diaz o del Hospital de la Princesa, (y otros muchos capellanes), que han dejado tantos gestos de esperanza en enfermos de pandemia, de soledad y de miedo. Ha resucitado en ese grupo de personas que prepara la Iglesia limpiando y recogiendo cada sábado para que el templo esté a punto para todos nosotros cuando llega la semana. Brilla su resurrección en aquellas mujeres y hombres que hacen de la caridad y de cáritas no una palabra si no una mesa compartida, un tiempo para la escucha y para acompañar. Cristo ha resucitado en las familias, catequistas y los niños que cada semana cantan, hablan de Dios, dan palmas y celebran que Jesús es su amigo y compañero. Resucita el Señor en la sonrisa de los jóvenes que leen la palabra, que se divierten y se entregan pensando en un mundo mejor. La resurrección brilla en las hermanas que, con humildad, se preocupan, construyen, consagran sus esfuerzos y sus afectos como el buen samaritano. Resurrección en cada visitador de enfermos o de personas mayores que reciben calor, eucaristía, alimento y cercanía. Cristo ha resucitado en nuestras pobrezas, llenas muchas veces de maquillaje y de mentira, pero siempre acariciadas con ternura por la misericordia de Dios. Resurrección en el que es capaz de dar gratis, de compartir lo poco o mucho que tiene, de mirar a los ojos, de no criticar, de contemplar, de ser constructivo. Ha resucitado en los compañeros que te ven llorar, reír, callar, cantar, que hacen realidad esa fraternidad del padrenuestro. Resurrección cuando se te acaban las palabras, cuando ves la llama apagarse y necesitas volver al fuego primigenio. Ha resucitado en los que se exponen, los que no se conforman, los que no pretenden cumplir un expediente, si no emborracharse de verdad y de vida, y por eso buscan.

Resucito, con la primera luna de primavera. La noche pasada se asomaba en mi ventana y su brillo me despertó. Despertemos. Él ha vencido a la muerte, a las pandemias, al egoísmo, a la soledad, al sufrimiento vacío. Cristo ha resucitado, aleluya, aleluya.  



  

lunes, 5 de abril de 2021

FUGITIVAS (Y FUGITIVOS)

"Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo..." El final del evangelio según Marcos es así de abrupto. No acaba como los otros con apariciones del Resucitado, envío de los Doce o palabras de consuelo y debió resultar tan chocante para las primeras comunidades, que le añadieron un final menos desconcertante. Sin embargo, bajo la cáscara amarga del final primitivo, esas mujeres fugitivas son una almendra a saborear: habían acudido siguiendo la costumbre de lo conveniente y adecuado, pero nada sucedió como esperaban: por mucho que madrugaron, ya el sol se les había anticipado; se preguntaban cómo iban a mover la piedra y la piedra estaba ya corrida; llevaban perfumes para embalsamar un cadáver, pero el lugar estaba vacío; buscaban a un crucificado y les anunciaron a un Viviente. Nadie acogió los perfumes de sus manos: se los cambiaron por una misión confiada a sus voces, hasta entonces silenciadas. El lugar cerrado se había convertido en un espacio abierto que debían abandonar y no volver a rondar nunca más: era en Galilea donde él iba a preceder a los suyos. En lugar de un cuerpo, habían recibido una palabra, ya no podían seguir estando en los lugares que antes frecuentaban. Estaban enfrentadas a un acontecimiento inesperado e inaudito que sobrepasaba todas sus capacidades. Por eso reaccionaron con estupor y sobrecogimiento, lo mismo que Pedro, Santiago y Juan cuando Jesús se transfiguró en el monte ante ellos; lo mismo que los discípulos después de la tormenta en el lago, o los que vieron en pie a la hija de Jairo. Lo mismo que las mujeres, escuchamos hoy el mismo anuncio: “Ha resucitado, no está aquí. Mirad el sitio donde le pusieron” y estamos convocados a hacer lo que ellas hicieron - convertirse en fugitivas- y escapar de tumbas tan vacías como estas: La tumba de la inocencia perdida, aquella dulce ignorancia que nos protegía en aquel tiempo añorado de la “normalidad”, cuando vivíamos ajenos a la realidad de que éramos tan vulnerables y nuestra especie estaba tan amenazada; cuando dábamos por supuesto que se nos iba a impedir reunirnos, abrazarnos o marcharnos a la segunda vivienda; cuando imaginábamos que los viejecitos estaban cuidados y a salvo en sus residencias; cuando la mascarilla de los chinos nos parecía una costumbre exótica suya, lo mismo que comer pangolín que, gracias a Dios, aquí no tenemos; cuando nos parecía que lo del IMV era para los pobladores de la Cañada Real, pobrecillos; cuando pensábamos que de la precariedad de los temporeros y de su hacinamiento, ya se ocupaban las inspecciones de trabajo; cuando al oír “colas del hambre” pensábamos que era una serie distópica de Netflix. Se nos han caído muchas vendas de los ojos y tiritamos a la intemperie, pero la lucidez es mejor que el engaño y con la verdad viene la libertad, como dicen que decía Jesús. La tumba de los Desalentados sin fronteras, ese depósito de tinta de calamar que vamos expandiendo a diestro y siniestro mientras avanzamos como los zombies de The Walking dead: “lo dije desde el principio: nadie aprenderá nada de la crisis”, “ya es tarde para frenar el cambio climático”, “no hay solución para tanto desastre”, “¿Fratelli tutti? Pura utopía”, “¿qué te apuestas a que va a llegar la cuarta ola?”, “dicen que para las nuevas cepas del virus no sirve la vacuna…” La tumba del solo “devote”. Cuesta ponerlo en relación con las tumbas porque, de entrada, es una alegría el auge de la adoración eucarística, escuchar de nuevo el “Adorote devote” y ver a gente joven de rodillas y en silencio ante la custodia. Pero precisamente por ser algo precioso hay que salvarlo de derivas peligrosas: que el “adorote” se quede solo en el “devote; que algunos celebrantes compitan en ver quién resiste más tiempo en la elevación; que el movimiento de adoración y de mirar a Jesús, no nos encienda el deseo urgente de vivir como él una vida “ex-puesta”; que su Presencia, tan accesible y disponible en la simplicidad del pan, no nos contagie su pasión por el derecho de cada ser humano a comer y a vivir; que no se prolongue en forma de conciencia inquieta por las desigualdades pavorosas acentuadas por la pandemia; que se convierta en una burbuja insonorizada al viento del Espíritu y nos asfixiemos con el humo del incienso. Son tumbas “de rabiosa actualidad” y hay que escapar de ellas a toda prisa dejando, eso sí, los sudarios cuidadosamente doblados. Leamos hasta el final el evangelio de Marcos porque ahí se hace posible la coincidencia entre la condición de mujeres fugitivas con la de discípulos convocados. Y como alegría extra, una fantástica propina de este año al Notición de Pascua: se ha levantado el corte perimetral y podemos viajar libremente a Galilea.

Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…

Estaban subiendo. Lo sabía él y lo sabían los discípulos que le acompañaban. El paisaje familiar de Galilea se iba quedando atrás y la fatiga de la subida pesaba ahora sobre sus cuerpos cansados; lo sabían sobre todo por la inquietud que llenaba sus corazones de oscuros presagios. El Maestro se había puesto en cabeza y caminaba con paso rápido; ellos iban detrás más lentamente, como si quisieran retrasar el momento de la llegada. Mientras subía, Jesús era consciente de que, una vez más, la contradicción y la paradoja estaban rozando su vida. Había intentado infinitas veces enseñar a sus discípulos a “bajar”, a sospechar de su deseos de ascenso y dominación y a elegir en cambio los lugares de abajo, allí donde se mueven y habitan los que carecen de poder y significatividad, los que parecen haber nacido para cargar con los pesos de otros. El tema del descenso aparecía una y otra vez en sus palabras y, sobre todo, en su vida: en medio de un mundo en el que casi todos ambicionaban estar arriba, él, calladamente, había decidido plantar su tienda en dos lugares “de abajo”, en dos pequeños pueblos tan perdidos como Belén y Nazaret. Conocía de primera mano lo que era vivir “fuera”, incardinado entre aquellos que ni entonces ni ahora tienen sitio en las posadas del mundo. Para él ninguna herida era incurable y ninguna brecha irremediable y su poder de sanar y transfigurar los alcanzaba en lo más hondo del abismo. Ahora, en aquel lugar encumbrado, en la altura del Templo, en la Jerusalén situada en lo alto del monte Sión, a él le esperaba un huerto en lo más hondo del torrente Cedrón, los sótanos de los palacios de Caifás y Pilato, un montecillo fuera de las murallas donde crucificaban a los malhechores, un sepulcro excavado en una cueva. Subían, pero él era consciente de que había emprendido su último descenso.

jueves, 1 de abril de 2021

EN PATERA

 Estos días se recuperan muchas imágenes y símbolos religiosos: Vírgenes con lágrimas que ruedan por sus mejillas; Cristos coronados de espinas y con vestiduras moradas; Imágenes yacentes con gestos doloridos; Pasos que describen, en el fondo, una historia de amor. Recuerdo cuando era niño que mis padres me llevaron alguna vez por el centro a alguna procesión. Se me quedó clavada en la retina la imagen de los nazarenos con sus capirotes, los pies descalzos al unísono, sentí algo parecido al estupor y al miedo. Hoy esas instantáneas de la Semana Santa, que no procesionarán por culpa de la pandemia, se hacen pasos vivos en muchos lugares del mundo. Pateras de espinas para personas que se agolpan en las fronteras de África o de Latinoamérica o en muros levantados por el miedo y el rencor. Lágrimas por la mejilla de muchas madres, algunas embarazadas, que ven como su esperanza se tambalea al ritmo de una olas que tan pronto son condición de posibilidad como amenaza de muerte. Cristos despojados de sus ropas, de su dignidad, con esa mirada agónica que tan extraordinariamente recogieron nuestros imagineros a lo largo de la historia. Estos días podremos contemplar en silencio la procesión del dolor, del escarnio, del juego en el tablero con fichas de piel y nombre propio. Ojalá nuestros templos sean puerta, hogar, casa común. Ojalá nuestra Iglesia sepa mirar a los ojos de estos “nazarenos” con la ternura y la devoción que mira a esas imágenes de madera o de escayola. Será signo de que llega la primavera, de que Cristo está cerca, de que la luz vuelve a brillar y de que Jesús ha resucitado. Movamos la piedra.






domingo, 21 de marzo de 2021

SALIR DE PANDEMIA

 Cuando éramos jóvenes nos íbamos de pandemia. Qué tiempos aquellos, con nuestras mascarillas y nuestros geles hidro alcohólicos. Todo eran juegos de miradas, guiños y distancias. A veces me ruborizaba por dentro, que es como ponerte colorado contra la pared. Bailábamos con las manos en la espalda, como los rusos, y esperábamos alguna ocasión para rozarnos sin querer y pedir perdón. Si respiraba muy fuerte se me humedecía el hocico y, no sé porque, me entraban las ganas de reír. La risa también es contagiosa y antes de que cantara el gallo ya estábamos todos riéndonos como locos y bailando con las manos en la espalda. Si éramos demasiados se quedaban en la puerta esperando: uno en el primer piso, otro en el segundo, otro en el tercero, algunos en la terraza que, como estaba al aire libre, permitía más gente. Lo de lavarse las manos era una movida: que ibas a sacar bebida: te lavabas las manos; que ponías la música: te lavabas las manos; que picabas algún canapé: otra vez a lavarte las manos. Eso sí, que bien me olían a ese jabón de lavanda que tanto me gusta, pero como no podía acercarme a nadie solo me daba cuenta yo de la fragancia. Y luego como la cenicienta, a las doce corriendo para casa; yo sí que he perdido algún zapato entre carrera y carrera. Todo lo que cuentan tiene parte de verdad y parte de leyenda. Esto de ir de pandemia tiene su edad y si te descuidas se te pasa el arroz. Muchos han dejado de ir por miedo. Otros ya se tele divierten sin pudor y sin mascarilla. Lo confieso, yo a veces en casa me huelo las manos después de lavarlas con ese aroma de lavanda, me pongo las manos en la espalda y bailo solo hasta humedecer el hocico; entonces rompo a reír como un descosido, que la risa es contagiosa y cuanto la necesitamos.




Juan del Rio Martín, "Nuevos apuntes para la vida"

Para un historiador que lee un texto que llama su atención, la biografía del autor es generalmente decisiva porque sus preocupaciones y su carácter ayudan a comprender lo que escribe desde su interioridad, dado que existe generalmente una íntima correlación entre ambos. El libro que presento propone muchos temas de gran actualidad y en su desarrollo nos es dado intuir cómo trabaja y cómo piensa su autor, cómo actúa y qué siente en su vida pastoral, en su tratamiento intelectual de los acontecimientos y en su actividad sacerdotal. Juan del Rio ha desarrollado en su vida un itinerario coherente, marcado sensiblemente por sus preocupaciones pastorales, visiblemente presentes en los diversos puestos ministrados como sacerdote y como obispo, como coadjutor y párroco, como consiliario y, especialmente, como “inventor” innovador del servicio de asistencia religiosa (Sarus) de la universidad de Sevilla, como profesor en la misma universidad y en el Centro Teológico de la archidiócesis, como obispo de Asidonia-Jerez y arzobispo Castrense de España. Ha mantenido una preocupación meditada por los medios de comunicación social tanto entre los obispos de Andalucía como en la Conferencia Episcopal, y ha insistido de palabra y obra sobre su importancia decisiva en la adecuación y renovación de la pastoral eclesial. Conoce pues bien los diversos campos eclesiales porque ha participado directamente en algunos de ellos y en otros los ha estudiado, meditado y enseñado. Si a esto añadimos su sentido de la amistad y de la colaboración allí dónde se encuentra, comprenderemos mejor el sentido de sus textos y su propia disponibilidad al exigir el cumplimiento del compromiso cristiano. No hay muchas personas para quien Dios es real y siempre cercano, y estos textos indican su necesidad y el modo de conseguirlo. ¿Qué denotan la notas y reflexiones que encontramos en estas páginas que presentamos? En primer lugar, su cercanía y conocimiento de los cuatro papas que ha conocido directamente. Juan XXIII es el convocó el concilio al que sigue filialmente el autor, Juan Pablo II le nombró obispo, Benedicto XVI cuya doctrina, actuación y renuncia explica y comenta con unción, y Francisco, el papa que le ha abierto horizontes y audacias evangélicas. Juan del Rio ha nacido en Ayamonte, ha crecido y ejercido en Sevilla, ha sido obispo de Jerez. Su asimilación teológica de la religiosidad popular es creativa y profundamente seria. Su predicación en las Cofradías, en el Rocío y entre los universitarios consiste en una profundización y asimilación de la ternura humana ante el cariño sobrenatural de Cristo y de su madre por los seres humanos. Sus breves textos en el libro nos ayudan a comprender el significado profundo de una religiosidad no siempre bien ejercida ni bien comprendida. Este libro conecta las facetas diarias de la vida religiosa de los cristianos, con un estilo nada alambicado ni rutinario ni clerical sino marcado por la espiritualidad profunda de san Juan de Ávila y el sentido común de un humanista actual. No habla de memoria sino con una espiritualidad asimilada y tamizada por su contacto diario con cuanto significa sor Ángela de la Cruz, con el hombre y mujer de la calle y con los soldados que temen por su vida en Afganistán o en el Líbano. Aunque los jóvenes cristianos actuales parecen creer sin pertenecer ni formar parte de la Iglesia, este libro parece tener en cuenta, también, a los jóvenes soldados que viven en peligro de muerte y que piden más conscientemente el bautismo o la confirmación porque se sienten más cerca de una Iglesia que ofrece la salvación. Reflejan también la calidad instructiva de las páginas el apunte dedicado a las vacaciones, un consejo sapiencial sobre sobre la capacidad de gozar de un tiempo tan especial, tan propicio para pensar, conocernos mejor, leer páginas que enriquezcan nuestra mente y nuestro espíritu. En cada página está presente el sentido de comunión y diálogo, palabras que resuenan con más rotundidad en una sociedad tan enfrentada como la nuestra y son más reconocibles y ambicionadas por su débil presencia en una Iglesia como la española, dividida, fraccionada en sectas, con proclamas inalcanzables y con ambiciones más relacionadas con la miseria y la miopía mundanizada de muchos clérigos que con las verdaderas urgencias eclesiales. Lo comprobaremos en la preparación y el desarrollo de las próximas elecciones en la Conferencia episcopal.

Bomba de relojería

“Esta situación es una bomba de relojería”. Los obispos callan, pero siguen, atónitos, los vaivenes de la montaña rusa en que se ha convertido el día a día de la política en España. Primero Cataluña. Y ahora lo de la fallida moción de censura en Murcia y, sobre todo, Madrid, con los sendos órdagos lanzados por dos de los representantes políticos que más crispan en todo el país, Pablo Iglesias e Isabel Ayuso, el uno lanzado al nuevo ‘no pasarán, y la otra al ‘comunismo o libertad’ “Lo que está pasando no ayuda a confiar en la clase política, todo lo contrario. No hay liderazgos que nos devuelva la confianza, lo que incide en el descrédito de lo político”, señala un obispo muy preocupado por lo que se nos puede venir encima como sociedad. “La moción de Murcia ha dinamitado muchas cosas y se perderá también un tiempo precioso. Definitivamente, viene en un mal momento, porque no estamos para políticas frívolas como las que estos hechos demuestran y todo se está radicalizando demasiado”. Frivolidad y colas del hambre Efectivamente, esta “política frívola” llega cuando la pandemia sigue campando por sus fueros, con más de 70.000 fallecidos, y subiendo; con una población exhausta, afectada por una contracción económica del 11%, la mayor desde la Guerra Civil, que ha llevado a las colas del hambre a medio millón de personas que nunca antes habían pensado llegar a tener que mendigar, como muy bien sabe Cáritas, que durante este primer año desde la declaración del estado de alarma ha visto cómo llamaban a sus puertas un 57% más de demandantes de ayuda… “La distribución de recursos económicos a través de las ayudas públicas es lo que ha parado los intentos más revolucionarios que hemos vivido en los últimos tiempos, porque esta situación es una bomba de relojería”, apunta el prelado, que ve también cómo la inesperada convocatoria electoral en Madrid fruto de un tactismo político puede comprometer la gestión de las fondos que se espera que lleguen de Europa como agua de mayo para las ayudas directas a las pequeñas empresas y los autónomos que están con el agua al cuello. Aunque a algunos de sus miembros les rechinen los dientes, el Episcopado asiste con mucha prudencia a estos acontecimientos. No quieren dar ni el más mínimo motivo para que la tomen con ellos y convertirse en los chivos expiatorios. Han querido tentarles con el listado de las inmatriculaciones y hasta el Gobierno ha tenido que salir a darles la razón. En este momento de “polarización” prefieren hacerse a un lado, tejer su red de contactos en donde se pueda dialogar desapasionadamente y tener a punto, como siempre, su impresionante tejido asistencial, siempre presto a echar una mano. El peligro del populismo Pero el aviso ya está hecho. Primero durante su discurso inaugural en la Plenaria de noviembre, donde el cardenal Omella ya advirtió de los peligros del “virus de la polarización”. Y hace unas semanas, en unas jornadas organizadas por la Universidad Pontificia Comillas, donde el presidente de la Conferencia Episcopal, afirmó que “si esto no se corrige [los desiguales efectos de la pandemia y la crisis económica consiguiente], puede ser el caldo de cultivo de una explosión social, con el auge de los populismos y las dictaduras”. Las esperanzas de desinflamar la enloquecida vida política en España pasan, en opinión de las fuentes episcopales consultadas, por la gestión de las vacunas. “Vamos a ver si con ellas puede mejorar la situación y estimular el turismo para que el año próximo comience la remontada. Pero no nos olvidemos de que hay gente que no puede esperar ni a octubre ni a noviembre de este año”, añaden. La encrucijada de Felipe VI Pero lo más importante es no seguir crispando el ambiente político de tal manera que acabe contagiando a la sociedad. “Se necesita que al otro de las trincheras se generen unos mensajes de más cordura, más al estilo de Salvador Illa”, dice un obispo, precisamente no muy de la cuerda del ex ministro socialista y católico confeso, por más señas… “Pero si PP y PSOE están a la greña, toda la situación política se corrompe, como estamos viendo, y se retrae la salida a esta crisis”, añade, para ponderar las discretas conversaciones que estas formaciones políticas habían empezado a mantener para desatascar el nombramiento de jueces o articular medidas de consenso para sostener a la Corona en un momento tan delicado para Felipe VI, de quien algunos obispos señalan que “está ante una encrucijada que no se le desea a nadie, primero por su padre, el rey emérito, pero también por las hermanas, los cuñados…”. Azuzar a la gente Pero esta polarización no solo puede comprometer la gestión de los fondos económicos liberados por la Unión Europea y que se comprometan las ayudas “y desanimar muchísimo a la gente”. Se teme también que se use para azuzar a la gente. Se percibe ya en las tertulias, en los medios de comunicación, que parecen poner la alfombra al populista de turno. “Y en momentos que podríamos denominar prerrevolucionarios, como lo son los actuales, las personas son muy manipulables”, apunta otro pastor. Y pone el ejemplo de las recientes manifestaciones violentas en Barcelona tras el encarcelamiento de un rapero, con miles de jóvenes en las calles, dirigidos por grupos violentos perfectamente organizados. Y temen que una muerte en uno de estos enfrentamientos de tanta violencia pueda degenerar en lo que más teme el cardenal Omella: un estallido social que haga saltar todo por los aires. Por eso, ahora los obispos callan… Y rezan. Adivinanza “A lo largo de los últimos meses, los políticos que han intervenido en la gobernación del Estado se han movido como si existiera una fuerza superior capaz de resolver los errores debidos a su frivolidad. Como esta fuerza no existía, se les ha deshecho todo en las manos”. ¿Quién es el autor de esta frase? ¿Alguna de estas fuentes episcopales? Frío, frío. Aunque parece dicha esta misma mañana, es de Josep Pla, anotada en su diario -que daría lugar al libro “Madrid. El advenimiento de la República”- el 2 de julio de 1931…

domingo, 28 de febrero de 2021

JUGUETE ROTO

¿Quieres jugar? Preguntó su madre con ojos de nube. La niña corría de acá para allá riendo y saltando. Sus piernecitas volaban entre las cajas de leche y un platito de plástico le servía para preparar esas pipas junto a la calefacción: calentitas y sabrosas. Este año los juguetes vienen rotos: una muñeca vieja de trapo, unos puzles incompletos, la cocina estropeada. Pero a la pequeña no le importa, no los necesita, su boca sigue haciendo pedorretas y baila del salón a la cama porque su mejor juguete es la inocencia y la sonrisa. Mama sí siente vergüenza. No por su niña preciosa: cocinera, gimnasta, loquita de la casa; si no por los juguetes rotos. Parece que se nos ha caído el alma y se nos ha olvidado jugar. Bailar con las manos abiertas hacía el cielo, dejarnos empapar por la lluvia y por los charcos, construir una casa de papel o de madera para que nos proteja del miedo. Los que piensan que un niño necesita de “sus juguetes rotos” han perdido el juicio. Somos nosotros los que necesitamos una mirada limpia y nueva, dispuesta a compartir, a tirarse por el suelo, a rodar y mancharse, a calentar nuestras pipas en la calefacción. Somos nosotros los que, de manera urgente, tenemos que emborracharnos de ternura y de locura, como los niños, para dejar de ofrecer juguetes rotos a un mundo roto, saciado de si mismo.

¿Quieres jugar? Preguntó su madre con ojos de nube. Corre, salta, llora, ríe, súbete a la silla o a la mesa, túmbate sobre la alfombra, haz garabatos en las cortinas, rompe algún juguete. La niña no necesita nada mas para soñar.

¿Quieres jugar?   



  

 

POLARIDADES

Según el diccionario, polaridad “es la condición de lo que tiene propiedades o potencias opuestas, en partes o direcciones contrarias”. Lo de direcciones contrarias nos suena bastante porque seguramente nos habrán acusado más de una vez de comportarnos de manera contradictoria y otras muchas, a regañadientes, hemos tenido que reconocer que era verdad. Consuela un poco que le pasara también a san Pablo cuando decía que no sabía los que le pasaba: en vez de hacer lo que quería, hacía justamente lo contrario (Cf Rom 7, 15). La culpa – decimos- es de esos polos enfrentados que tiran de nosotros en direcciones opuestas y nos llevan a decir por ej.: “yo soy de los convencidos de las bondades del madrugar pero, cuando suena el despertador, pienso ¡cuántos beneficios tiene también el sueño!”. “Soy defensor acérrimo de lecturas serias y profundas y prefiero los documentales de la 2, pero, claro, necesito también distenderme y por eso me engancho a las series de Netflix…”. “El colesterol disparado me ha hecho decidir un cambio en mis hábitos de alimentación, pero tampoco voy a hacerle un feo a mi cuñada que ha traído esta sobrasada de Mallorca… ”.“Ya sé que la oración es importantísima, pero es que no quiero evadirme de la realidad y para no correr ese peligro, nunca le dedico tiempo…” Antes de llegar a amargas conclusiones sobre la condición humana en general y la propia en particular, conviene leer en Marcos 6, 30-52 cómo armonizaba sus polaridades el que era “igual a nosotros menos en el pecado…”, pero tan bipolar como el que más (el calificativo es de González Faus, no mío). Ocurre después del signo de los panes (¿quién habla de multiplicación?). No había sido una operación tipo “buffet libre para todos”, sino una señal enigmática a conservar en la memoria para seguir haciéndose preguntas: qué pan es este que falta, pero que no se compra; que hay que ofrecer aunque sea insuficiente; que está vinculado a “lo de arriba” a través de la bendición; que no se agota aunque se reparta sin medida. Inmediatamente después Jesús “obligó a sus discípulos a embarcarse y a ir delante a la otra orilla y, después de despedir a la gente, subió al monte a orar” (Mc 6,45). Hay un matiz claro de urgencia y de cierta precipitación en su manera de actuar, como si le apremiara el deseo de quedarse solo: uno de sus polos – el de su relación secreta con el Padre - tira de él de manera irresistible y él cede a esa atracción, sube al monte y se pone a orar. Pero después su otro polo, el que le atrae hacia nosotros, “se activa” y le hace mirar desde arriba y desde lejos la barca en la que sus amigos reman trabajosamente con viento contrario. Y entonces deja la oración y baja del monte para ir a su encuentro con aquella extravagante ocurrencia de “caminar sobre el agua” y decirles: “No tengáis miedo, soy yo”. Ya está de nuevo con ellos, ya ha retomado su lugar familiar y “el viento se calmó”. No es una precisión metereológica, sino una manera de decir que las oposiciones han quedado reconciliadas y los contrarios armonizados. Que cuando “el Bipolar” oraba, no desenganchaba la atención hacia su gente; que era precisamente subir al monte lo que le daba mejor perspectiva para contemplarlos. Que el Distante – apartado y a solas- , seguía siendo el Atento, el Cercano, el Amigo que no se desentendía. Cuánta falta nos hace aprenderlo.

Miércoles de ceniza

En este día tan especial, nos hemos reunido durante muchos años los amigos de la comunidad de Alenza para recibir la ceniza y para meditar con calma en cómo relacionamos nuestra vida con la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. “Eres polvo”, pero has nacido del amor, y “en polvo te convertirás”, pero sabes que resucitarás. Vivimos momentos de desconcierto brutal y el entorno que nos rodea puede desanimarnos, pero en nuestro interior sabemos que es tiempo de esperanza, una esperanza exigente, laboriosa, paciente y capaz de lograr de conseguir lo mejor de nosotros mismos y de los otros. Año tras año hemos celebrado el miércoles de Ceniza, el inicio de una preparación personal y comunitaria de nuestras actitudes personales, de nuestra manera de ser y de actuar, de nuestra capacidad de ayudar y acompañar. Cuaresma constituye la memoria de nuestra reserva moral y espiritual, recordamos las gracias recibidas, unidos a toda la creación y a todos los seres humanos. Todos los días elegimos entre ser samaritanos o viajeros indiferentes que pasamos junto a los necesitados sin mirar ni preocuparnos. La pandemia que sufrimos puede enroscarnos en nuestro egoísmo o ayudarnos a salir de nosotros mismos para preocuparnos de los demás. La muerte cercana nos iguala, nos asocia y nos ayuda a preocuparnos de los demás. Todos dependemos de los otros. No estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. El Señor con su cercanía y novedad puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad.

martes, 9 de febrero de 2021

LA PEQUEÑA MUÑECA

Algo causa revuelo dentro del templo: una chica joven camina de un lado a otro preguntando. Se interesa por las capillas de los Santos, por lo que es importante y lo que no, por lo sagrado y lo anecdótico. De vez en cuando hinca su rodilla en el suelo como en un gesto de adoración. Detrás de su mascarilla se intuye una sonrisa y sus ojos bailan como en una opereta de Offenbach. Algún amigo ríe a su lado, la mira como a una loca, y le sigue el juego. Me dice que es rusa y bajo su escueta falda y su abrigo se percibe un alma llena de sed. Al final llega la pregunta: ¿y Dios? No da nada por supuesto y, aunque está en una Iglesia, se pregunta por Dios. Muchos entran y salen del templo sin hacerse esta pregunta, incluso de los que vienen cada semana. Le señalo el Sancta Sanctorum donde le veneramos y luego le digo: “y en ti, y en tu amigo, y en mi…” Vuelve a sonreír debajo de la mascarilla. Uno aprende a leer las comisuras de los rostros en este tiempo complejo. Su compañero me confiesa que desde pequeño ha ido a colegios religiosos. No me ha preguntado nada, tampoco por Dios. Ella sin embargo, como esas Matrioskas de su país, ha ido liberando capas para descubrir un interior lleno de vida. Sin pudor vuelve a hincar la rodilla y se santigua tres veces en orden inverso al nuestro (lo que se ha mamado no se olvida). Sale por el pasillo central como en una danza del Lago de los Cisnes: Pies ligeros, manos al aire, luz en los gestos. Vuelve al bar de enfrente. Se enfunda otra vez las capas que protegen del frio y de los miedos. Todo parece más fácil detrás de una copa y de un cigarro. Pero que belleza poder visitar de vez en cuando el templo de enfrente, el templo interior, donde poder mostrarte así, con la libertad y la humildad del que busca y se siente buscado.



lunes, 8 de febrero de 2021

Nada sin el otro

Entre las cualidades de Juan del Rio, comprobadas a lo largo de cuarenta años de cercanía y amistad, me gusta señalar su capacidad de acompañar y defender al débil, al desconcertado, al pequeño. Ha tenido ocasión durante su vida sacerdotal de descubrir a los más preparados, decididos, ingeniosos, inteligentes, y de ahí su buena selección para los puestos de mando, pero siempre me atrajo su cercanía llena de cariño y humanidad por quienes más ayuda y compañía necesitaban. En el seminario, a quienes dudaban o no comprendían bien el sentido de su vocación, a quienes no sabían estudiar o no eran capaces de centrarse; en la universidad, donde fascinó a tantos estudiantes atraídos por su palabra o sus orientaciones, pero desorientados en su vida o en sus relaciones familiares, a tantos profesores doctos en su materia, pero no tanto en sus relaciones personales o en sus últimas preguntas; en la Hermandad del Cristo de los estudiantes donde siempre le sintieron próximo en sus dudas o en su desorientación vital. A todos ayudó a explorar el país interior de sus almas. Llama la atención que hasta su muerte muchos de ellos han seguido dirigiéndose con él como su punto de referencia espiritual. En las dos diócesis de Jerez y castrense, conoció y trató muy de cerca a sus sacerdotes. Los trataba como a amigos, con confianza, cercanía y exigencia personal. Era consciente de la importancia de su formación permanente, del trato personal frecuente, y logró con su disponibilidad imbuirles del espíritu de comunidad y bonhomía. Abogó por ellos en todo momento y cuando, en una ocasión, calumniaron a uno de los suyos, lo defendió con razones y se enfrentó incluso con una congragación romana hasta conseguir cambiar su decisión. Tal vez sufrió su “cursus honorum”, pero no su conciencia. En los últimos doce años fue arzobispo castrense, el capellán sonriente dispuesto a atender al rey, a los mandos y a cualquier soldado, guardia civil o policía que lo necesitase. Al no tener un territorio concreto sino a todo un país en su diócesis, parecía, paradójicamente, que estaba más a mano, más a disposición. No creo equivocarme si afirmo que hoy en día la diócesis castrense es un punto de referencia atrayente para la mayoría de sus miembros. Juan del Rio ha vivido y trabajado, hablado y escrito para el cristiano y el hombre concreto de su diócesis. No era obispo de la monarquía o de los ejércitos sino de la familia real y de todos aquellos que trabajaban en el ejército, la guardia civil y los cuerpos de seguridad y sus familias. Fue el discípulo de su Señor y el padre y amigo de quienes la Iglesia le confió.

lunes, 1 de febrero de 2021

COVID NUESTRO QUE ESTAS EN LOS CIELOS...

¿Con qué cara se quedarían los hijos de Israel cuando Moisés les reveló los nuevos mandamientos de “Jehová”? El becerro de oro había perdido todo su significado y había que empezar de cero… Y, a pesar de la enorme distancia, ¿no hay un cierto parecido con la época actual? Ahora, varios milenios después (en tiempos de los “pandemians”, posteriores a los “millennials”), lo de honrar a tu padre y a tu madre, santificar las fiestas, o no poder levantar falso testimonio, no codiciar los bienes ajenos, no cometer actos impuros, o incluso “no matarás” (tan lejos de la políticamente correctísima interrupción de la vida del feto), por ejemplo… Todo ello parece hoy en día trasnochado, anticuado, rancio, innecesario, pero, ¡hay de quién incumpla los mandamientos del “santo covid”! Si no aplaudes cuando lo hacen los demás, o si no llevas mascarilla el día que toca llevarla (o si la llevabas cuando no tocaba, o la llevas del modelo que “es demasiado bueno”, o del que se ha pasado de moda…). ¡A la hoguera! La “santa inquisición” del covid puede dejar a Torquemada a la altura de la abuelita de Heidi… El viernes pasado fui al Carrefour. Con la cesta repleta de artículos de mi lista, me acordé justo al final de los aguacates, que casi me cuestan la vida… ¡Más peligroso que viajar por Sudán del Sur o el Congo! Los cogí con las manos a toda prisa dispuesto a encaminarme hacia las cajas y frente a mí me encontré a uno de estos inquisidores echándome en cara mi sacrilegio. Llevaba mi mascarilla, me había echado varias veces el gel hidroalcohólico, guardaba distancias, pero era un vicioso miserable que debía haber incumplido alguno de los pecados capitales… ¡Cogí los dos aguacates sin guantes! Mi interpelador, que desconocía que me acababa de hacer una PCR y que me sentía tan puro como si hubiera salido directamente de la pila bautismal, solicitaba a gritos mi lapidación y mi purificación en la hoguera. Por mi parte reconozco que tengo muy poca paciencia y le contesté mal contestado (le pregunté si eran tan pirados en su familia como para chupar la piel de los aguacates con los que temía contagiarse), ante lo cual me enseñó su puño literalmente, y la trifulca no llegó a mayores gracias a mi tamaño (afortunadamente bastante más alto que mi inquisidor). La PCR me la había hecho porque el lunes volaba a Uganda con Klm y tenía que llevar una PCR negativa con una antigüedad máxima de 120 horas, pero los nuevos mandamientos del covid no están escritos sobre piedra sino que son un poco más cambiantes… Cuando faltaban 56 horas para que saliera mi vuelo cambiaron las normas y la aerolínea exigió que la PCR se hiciera con 72 horas de antelación (con lo que el preaviso de antelación pasaba a convertirse en un “post-aviso” de ¿“despuéslación”?), y aunque no estaba bien explicado, parece ser que también solicitaban llevar adicionalmente un test de antígenos realizado 4 horas antes (lo cual resulta hartamente difícil si tu vuelo sale a las 6.00 am y te presentas con tus maletas en Barajas a las 4.30 am sin esos antígenos que no sé dónde se pueden obtener de madrugada…). Lo más sorprendente no es que cambien las normas constantemente y que te dejen en tierra vulnerando todos tus derechos, sino que encima te apuntan con su dedo acusador indignados por tu felonía al incumplir una de las sagradas restricciones de la ley del “dios Covid”. Así que tuve que quedarme en tierra con otras dos voluntarias, y nos quedamos sin visitar varias decenas de misiones en las que nos esperaban para tratar de atender otras muchas necesidades (que en Africa también sufren el covid, pero sufren además de muchas otras catástrofes que les han acompañado siempre…). Y sin poderme mover de Madrid, este fin de semana me han vuelto a echar en cara nuevos y horribles pecados en situaciones insólitas (porque aunque creas que cumples todas las restricciones covid, siempre hay un dedo acusador recordándote que olvidaste una sub-variante de las restricciones, que mutan más que el propio virus…). Pues aunque sé que probablemente acabaré en una plaza pública colgado de los pulgares, escupido, azotado, y “latigado”, tengo la necesidad de reconocer mi agnosticismo frente a esta nueva religión que tanto nos ha transformado en este último y fatídico año. Porque por supuesto que me preocupa enormemente como a todos esta enfermedad, el sufrimiento, las horribles y desconsoladas muertes, el caos sanitario, la ruina económica, etc.etc.etc. Pero, no soy partidario de esta “nueva religión” que nos ha convertido en borregos sin opinión, que nos tenemos que creer a pies juntillas los “dogmas de fe” que “Papá Estado” ha decidido que son mejores para nosotros… Como dice mi hijo mayor, no resulta fácil comprender (usemos mejor el verbo “comulgar” ya que se trata de una nueva religión no sometida al análisis racional o empírico), porque no se contagia este virus en un aula con 200 alumnos en un examen presencial (o en un vagón del metro con esos 200 estudiantes que se dirigen a dicho aula), pero si es tremendamente contagioso si 5 de esos 200 alumnos van a celebrar a una cafetería que les ha salido razonablemente bien el examen (a partir de 4 esta relación pasa a ser pecaminosa). Y a ciertas horas es ya mucho más contagioso, y en ciertas latitudes, como por ejemplo en “tu casa” ya se contagiará todo el mundo inexorablemente a no ser que sea conviviente (cosa que no pasa en un bar). Y ahora que el Profeta de esta nueva religión, “el Sumo Pontífice Illa”, ha peregrinado a Cataluña, están apareciendo allí nuevos milagros, como que la gente ya no se contagia si viajan entre provincias para asistir a meetings electorales, ni el presidente de una mesa electoral deberá sentirse amenazado si frente a él depositan su voto millares de votantes, por cierto los últimos de la tarde electoral podrán también ir a votar sin ningún tipo de riesgo incluso con covid, con bula del “Ayatollah Simón”. Y si un calentón de Enrique VIII con la Bolena fue el preludio del cisma anglicano, ¿porqué no crear sectas frente a esta nueva ideología teniendo más en cuenta el riesgo de contagio que el de independentismo? ¿No debería existir una atenuante para los que hemos pasado ya la enfermedad y tenemos anticuerpos? Y cuando haya gente con doble vacuna, ¿también se les va a confinar y a prohibir viajar o ir a ver a sus familiares? ¿O todos al patíbulo sin excepción? Dicen que en Israel han pagado el doble por la vacuna porque esperan rentabilizar su eficacia con una población inmunizada en marzo que pueda ir a trabajar, que pueda ir a eventos, que pueda consumir o viajar… Con la esperanza puesta en la “VidaEterna”, o más bien en este caso, en la “VacunaModerna”, esta nueva religión ha vuelto a fijarse en el pueblo elegido, pero nuestros muy venerados Pedro y Pablo… ¿Querrán que seamos libres a partir de marzo como los ciudadanos de Israel? ¿O tal vez nos prefieren aborregados con inquisidores acusándonos en el Carrefour y manteniéndonos a raya? “Adorarás a las restricciones del Covid por encima de todas las cosas…” dice el último y más importante de los mandamientos. ¡Y todos a aplaudir litúrgicamente!

domingo, 31 de enero de 2021

El oráculo del papel higiénico

Está claro: el covid-19 nos está vapuleando, y no solo desde el aspecto sanitario. Hemos tenido que bajar a las alcantarillas y analizar las heces de la sociedad para tratar de adelantarnos al comportamiento de este coronavirus, imagen muy sugerente. Siguiendo esta regla, quizás la sociología y la ciencia política tendrían que pararse a analizar qué le está queriendo decir la gente cuando vacía de papel higiénico los lineales de los supermercados. Pasó durante el Gran Confinamiento. Ha vuelto a suceder en Madrid con la Gran Nevada. Tal vez entremezclado con la pulpa de papel haya quien descubra esos códigos que hablan del hartazgo social, del vacío moral, del sinsentido transformado en postureo, del cada vez mayor emotivismo infantil, de los preocupantes juicos sumarísimos instigados a base de algoritmos. Atados forzosamente a la televisión y a las redes sociales, y desgraciadamente cada vez menos a los medios de comunicación como se entendían poco antes del AC (Antes del Coronavirus), tanta ingente cantidad de papel higiénico puede ser un gran aliado para hacer un diagnóstico de nuestros males y tratar también de entender si tienen remedio. Por ejemplo, ¿serían capaces de analizar los investigadores de nuestras cacas si su incidencia es mayor según los programas de televisión que veamos o los canales de comunicación que usamos? ¿Conllevan un mayor uso de papel higiénico? Aquí podría añadirse una variante: ¿tiramos más del rollo durante las cuatro horas y veintiocho minutos que vemos los españoles de media la tele al día? Si usted me lo preguntara, le contestaría que sí. Ya se lo dejó dicho el papa Francisco a Jordi Évole, al señalarle los cuatro pecados del periodismo. “Desinformar, calumniar, difamar… y la coprofilia. Hay medios que viven de eso”, le espetó. Y si esto se hace en los telediarios, no quiero pensar lo que se consumirá durante los ‘Sálvame’ que en el mundo están siendo. Tengo que reconocer que esto lo dijo Bergoglio AC, pero si usted me preguntara si ha aumentado la coprofilia, también le contestaría afirmativamente. ¿Nos dirían algo adicional esos estudios de mierda (perdón) si los zonificáramos? Es decir, ¿qué se toparían en las alcantarillas en donde desembocan los desagües de los ayuntamientos en donde sus regidores se han vacunado –y evacuado– porque yo lo valgo? ¿Detectarán miedo a la enfermedad, prepotencia o el sálvese quien pueda? ¿Quedarían registros en las cañerías del retrete del primer ministro holandés de las razones por las cuales su Gobierno urdió un sistema que llevó a la ruina a miles de familias de inmigrantes bajo la acusación (falsa de toda falsedad) de utilizar fraudulentamente la asignación que recibían para el cuidado de sus hijos y obligarles a devolver el dinero en un plazo de tiempo inasumible? ¿Habrá algún tipo de huella en la celulosa que detecte el envaramiento moral de un Gobierno que apenas puede disimular su racismo, ya sea contra turcos, marroquíes e incluso españoles? Quizás le ciencia nos ayude a desentrañar estos comportamientos bajando a las alcantarillas. Pero, con Oliver Sacks, creo que para conjurarlos, o al menos acorralarlos, necesitaremos también la decencia. Es lo que recoge al final de su libro póstumo, ‘Todo en su sitio’: “Me parece que solo la ciencia, ayudada por la decencia humana, el sentido común, la amplitud de miras y la atención a los más desfavorecidos y los pobres, supone una esperanza para un mundo sumido en el marasmo moral. Es algo que queda explícito en la encíclica del papa Francisco [se refiere este científico agnóstico a Laudato si´], y es algo que no solo lo pueden poner en práctica las tecnologías gigantescas y centralizadas, sino también los trabajadores, los artesanos y los campesinos de los pueblos del mundo. Entre todos podemos sacar al mundo de sus crisis actuales”. Habrá que estar pendiente, pues, del papel higiénico. José Lorenzo

martes, 26 de enero de 2021

AMAR CUIDANDO


Hay mezclas explosivas. No me refiero a ningún cóctel, si no aquellas que en la vida te hacen saltar los diferenciales y te rompen emocionalmente. Estamos viviendo un tiempo convulso. Los sanitarios y los cuidadores se han convertido en una especie de héroes. La soledad y el aislamiento han arrancado ese espacio en el que nos sentíamos protegidos y acunados. La muerte y la debilidad nos han mirado cara a cara. En los corrillos o en las plataformas digitales se ha hecho viral eso de valorar un abrazo, de acompañar hasta el final, de unir las manos aunque sea a través de un cristal. Cuidarte, cuidar, cuidarse. Y en medio de todo este desconcierto, de esta bofetada de realidad que nos ha dado la pandemia, vuelven a surgir voces reivindicando que mi vida es mía, mis decisiones son mis decisiones, y que somos dueños de ¿qué? La tristeza de los que he visto en soledad dentro de los hospitales o de las residencias, de los que han muerto sin el calor de una mano o de una última palabra, se me ha hecho bola en el estómago. No hay más alternativa: autosuficiencia o humildad; rebeldía o aceptación; cuidados o desentendimiento; entrega o egolatría. Cuando oía hablar a algunos lideres de la Iglesia de dos culturas: una cultura de la muerte o una cultura de la vida, entiendo mejor lo que estaban diciendo. Cuando oigo hablar a algunos líderes políticos o sociales de diferente signo de “muerte digna” ¿a qué se refieren? El amor acompaña, se sacrifica, libera, acepta, comprende, dignifica, no tiene más límite que la propia vida, una vida que se dona como lo que es: un maravilloso regalo. Todo se puede comprender pero no todo se puede justificar. ¿Seguiremos “tirando” o acompañando? Aquello que no es eficaz; aquello que no es exitoso; aquello que es diferente; aquello que hace aflorar la debilidad; aquello que no es rentable; aquello que es incomprendido; aquello que muestra la pobreza; aquello que es molesto; aquello que no es bonito; aquello que nos rompe; aquello que nos pone en el espejo. Tú tienes la respuesta y no es salir a las ventanas o a los balcones a aplaudir: ¿descartar o cuidar? esa es la cuestión.



 

domingo, 24 de enero de 2021

CONTRASEÑAS, ESA PESADILLA

“La contraseña que has introducido es incorrecta”, “¿Te has olvidado de la contraseña?”, “Repite la contraseña”, “La contraseña tiene que contener algún número y alguna mayúscula”, “No coinciden las contraseñas”, “Contraseña débil”. “Cambia tu contraseña”. Casi cada día nos llega algún aviso de ese tipo y es que las contraseñas se han convertido en una de las penitencias de este tiempo, con funciones parecidas al cilicio y los ayunos de antes. Cumplen su encargo penitencial de recordarnos qué poca cosa somos y ponen en evidencia nuestra falta de memoria, o de imaginación, o nuestra torpeza informática (“Ni idea de la contraseña que puse”, “¿Dónde la habré apuntado?”, “No se me ocurre ninguna”, “¿Por qué demonios tengo que volver a cambiarla…?”) Un dato a su favor es que están presentes en el Evangelio: en la nochebuena de Belén el ángel les dio una a los pastores: “un niño envuelto en pañales” y Judas había pactado la del beso con los que querían detener a Jesús en el Huerto. Otras son más siniestras: la que dio comienzo a la segunda guerra mundial fue: “La abuela ha muerto”, y con “El 17 a las 17” empezó la guerra civil española. Como nos recomiendan que de vez en cuando cambiemos las contraseñas, Enero puede ser un mes oportuno para hacerlo porque quizá algunas están caducadas aunque nos empeñemos tercamente en repetirlas. A la gente de mi generación nos daban unas cuantas muy claritas al entrar en el convento y nos agarrábamos a ellas con fervor de novicios: “obediencia a la campana”, “respeto a la Maestra”, “clausura y separación”, “observancia de la Regla”, “pedir permiso”, “recogimiento y silencio”… El Concilio nos las hackeó y tuvimos que cambiarlas precipitadamente, tratando de sobrevivir al caos. Con tiempo, paciencia, búsqueda, buena voluntad, tropezones y aciertos, hemos ido escribiendo otras nuevas: “escuchar y discernir”, “caminar con otros”, “entrar en procesos”, “vivir desde dentro” “recrear vida”, “resistir y reinventar”, “vivir lo cotidiano”… Francisco en la Fratelli tutti nos propone algunas preciosas: “construir en común”, “recuperar la amabilidad”, “recomenzar desde la verdad”, “reconocer al otro”, “encarnarse en todos los rincones”, “lugar para los descartados”, “artesanos de la paz…” De todas maneras reconozco que a estas alturas de mi vida estoy ya un poco cansada de tanta exhortación y tanta consigna y he decidido apuntarme, con traducción personalizada, a lo que decía Pedro en el comienzo de Hechos: “Jesús es la contraseña que vosotros olvidasteis: ahora es ya la única. La salvación está solamente ahí y ya no tenemos otra contraseña diferente que debamos pronunciar para salvarnos” (He 4, 11-12). Añado: incluyendo el número 1 y todo con MAYÚSCULAS. Dolores Aleixandre

Siguiendo a Jesús itinerante

Joaquín Villanueva García nació el 14 de enero de 1948 en Ciudad de Panamá y murió allí el 2 de enero del 2017. Estudió medicina en la Complutense y su residencia fue la mía, el Colegio Mayor Marqués de la Ensenada. Con él hice mi primer viaje a Santiago de Compostela, recorriendo algunas etapas del camino y bajando con alegría la cuesta del monte del Gozo. Durante años escuché a mi amigo narrar su experiencia del camino francés en conferencias pronunciadas en Panamá. Desde entonces, el camino ha permanecido identificado con amigos entrañables que me han acompañado en momentos inolvidables de mi vida. Sin embargo, las primeras noticias detalladas las recibí durante el verano de 1954 con motivo de la estancia del patriarca de Venecia, cardenal Roncalli, en mi casa de Pasajes de San Juan, invitado por mi hermano a ganar el jubileo jacobeo. El futuro papa Juan XXIII conocía bien la historia de la tres grandes peregrinaciones medievales, pero en mi casa el historiador Tellechea y mi hermano le fueron describiendo con todo detalle los sorprendentes itinerarios europeos que desembocaban en Compostela. España vivía precariamente en esos años y el año santo compostelano de 1954 se convirtió en una bocanada de aire europeo, de encuentro y comunicación con peregrinos de otros países que, de otro modo, no hubiesen llegado a un país entonces tan marginado. Las peregrinaciones a Jerusalén, Roma y Compostela han sido esencialmente actos religiosos, de sacrificio, oración dificultades y penitencia, aunque con el tiempo y, sobre todo, en los últimos decenios, los viajes a Roma y Tierra Santa se realizan en avión, tren o automóvil, de forma que Compostela es la única meta que permanece esencialmente identificada con el camino, el esfuerzo y las privaciones de los caminantes. Sin embargo, la atracción por el ejercicio físico y la secularización galopante de nuestros días, consigue que la motivación de muchos de estos caminantes se centren en la actividad física, desdeñando o marginando su conexión cultural y religiosa. No existe en el mundo una experiencia semejante: cientos de kilómetros de vivencias religiosas, reclamos profundamente culturales y entornos naturales extraordinarios. Europa nació una vez más entorno al camino y el cristianismo mostró algunas de sus características más profundamente bellas en estos itinerarios deslumbrantes. Juan Mari Laboa

domingo, 17 de enero de 2021

No dejar a nadie atrás

Me perdonará mi amigo José María, mucho más experto que yo en la materia, pero hay una pregunta que llevo meses haciéndome. ¿En África no hay coronavirus? Porque sabemos que en Occidente, y por supuesto China y Rusia, los informativos, tertulianos, “twiteanos” y demás expertos, se encargan de informarnos diariamente (bueno más bien casi horariamente) acerca de la difusión del virus, de las camas ocupadas en planta o en la UCI, no ya por países, sino por comunidades autónomas o regiones. También sabemos en cada instante el número de vacunas compradas, fabricadas, distribuidas y administradas. Europa ha comprado más de 1.500 millones de vacunas, es decir, más de tres veces su población. Imagino que el resto de países ricos rondarán o superarán dicha cifra. Pero ¿y los países pobres? ¿y África? Algo de virus deben sufrir, cuando se habla de la mutación sudafricana, pero ésta nos pilla lejos por ahora. ¿Quien se preocupa de la extensión del virus en países con capacidad sanitaria infinitamente inferior a la nuestra? ¿Cuántas vacunas se van a destinar a estos países? ¿Cuándo? ¿a costa de endeudarlos todavía más? Papa Francisco en Fratelli Tutti advierte, en muchos de sus puntos, pero quizá de manera muy clara en su punto 142, de “…que hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana”. Los países ricos nos hemos apresurado a protegernos, olvidándonos de nuestros hermanos más desfavorecidos. Nos rasgaríamos las vestiduras si en España el criterio de vacunación fuese la capacidad económica. Aunque imagino que se producirán algunas graves injusticias (prioridad de vacunación de gente de la calle, inmigrantes sin papeles, marginados, etc), la pelea aquí se centra en cálculos políticos y desacreditación del rival político. Yo vacuno a mis votantes, y el resto… Todo se juega en la arena política y de muchos de los medios de comunicación. De manera similar, Michael J. Sandel -profesor de ciencias políticas de la Universidad de Harvard -en “La tiranía del mérito, ¿qué ha sido del bien común?”, nos alerta de cómo la meritocracia sin valores, sin una búsqueda del bien común, ha construido una sociedad hueca, desnortada, crispada. Caldo de cultivo para populismos y populistas que, con mensajes demagogos, llegan al poder del que luego es muy difícil desalojarlos. Y siempre con un coste extraordinario. Aunque fuese solo por criterios egoístas, estamos ante una ocasión única para que la vacuna se administre en todo el mundo a la misma velocidad y con los mismos criterios y calendarios. De otra manera nos encontraremos con sociedades profilácticamente vacunadas, y cientos de millones de personas que tratarán de llegar a nuestros bonitos países. Pero la valla que tendremos que construir será más alta que la del denostado Trump, o de las concertinas españolas. El virus mutará, se extenderá en esos países, se hará inmune a la vacuna, y vuelta a empezar. En fin, progres y católicos que acogimos con alegría Fratelli Tutti, tenemos una magnífica ocasión de actuar y no solo de aplaudir. Si de verdad queremos hacer algo, preocupémonos por nuestros hermanos más pobres, no solo a la vuelta de la esquina, que también. ¿Cómo? Empezando a cuestionarnos más allá de nuestro ombligo, levantando la voz en nuestros círculos de influencia, sin despreocuparnos del frágil que tenemos a tiro de piedra.

lunes, 11 de enero de 2021

Pocas luces

Por razones que no vienen al caso, he tenido que lidiar con una compañía eléctrica, de cuyo nombre no quiero acordarme, y la simple experiencia, que se demoró en distintas etapas durante cuatro días e innumerables “confirmando verificación” desde el otro lado del hilo telefónico (caída de la línea incluida) en algún lugar de América Latina, me dio la pista de porqué hay gente capaz de disfrazarse de bisonte (salud mental aparte) e incluso asaltar el Capitolio, en su versión más extrema: unos charlatanes nos han vendido un progreso de todo a cien, o sea, un desarrollismo del chino de la esquina en todas sus acepciones, pero en cuyas estanterías faltan valores primarios. Me resultaba desconcertante y crecientemente irritante la churrigueresca parafernalia tecnicista que asistía a mi deseo de domiciliación bancaria de un recibo. Incomprensiblemente el proceso se dilataba y, entrando en bucle, se hacía cada vez más incomprensible su lógica unidireccional y autoritaria. Intentaba seguir la dinámica con atención, dedicación y la suficiente educación para evitar caer en la descalificación personal de mis varios interlocutores humanos (fueron varios días, recuerden), sabiendo que también ellos eran meros eslabones de la misma precariedad. Finalmente concluí el proceso con la desazonante sensación de que este desacompasamiento entre la necesidad y el deber no puede ser del todo casual, y si lo es, es otro motivo más para que el hombre búfalo que todos llevamos dentro (unos más que otros, es cierto) se vaya cargando de razones, que suelen ser sinrazones desde una lógica en vías de extinción. No puede ser que se ponga a prueba la cordura -dejémoslo simplemente en el humor- con un proceso así cuando una mañana, mientras lees un periódico digital, te aparece un anuncio publicitario sobre un producto concreto (un colegio en este caso) que la tarde anterior alguien de tu entorno mencionó de pasada en una conversación cara a cara, es decir, no telefónica, aunque es cierto que los móviles estaban sobre la mesa, hmmmm. Entonces entendí no solo la rabia (las causas las tenía ya claras), sino la desesperación de los habitantes de la Cañada Real Galiana de Madrid. Si a mí, que quería pagar recibos, me torearon, qué no harán con quienes reclaman, sin querer/poder pagar, que no les dejen sin luz, sin electricidad en el invierno madrileño más crudo de los últimos tiempos. Ahí hay agazapados un montón de hombres y mujeres búfalo, escarbando con su pezuña delantera el polvo que forma el suelo de sus infraviviendas antes de decidirse a embestir, locos de ira ante la impotencia de ver a sus hijos ateridos de frío. Y con la indiferencia como toda respuesta. Me sé la teoría de la respuesta oficial: solo cuatro de las casi dos mil viviendas tienen contrato legal, el resto tira de enganches que ahora les han cortado y, además, la falta de electricidad se debe realmente a la sobrecarga eléctrica causada por las plantaciones de marihuana de unos desaprensivos que, sin embargo, tienen unos Porsche aparcados en el interior de sus patios cercados de hojalata. Lo he leído. Lo he visto en la televisión e incluso se lo he escuchado a la presidenta madrileña. Es más, me creo estas razones a pies juntillas y comulgo con que no se pueden tolerar. Pero también creo firmemente que unas administraciones serias y competentes (no excluyo las responsabilidades que correspondan a la Delegación del Gobierno o Ministerio correspondiente) no pueden mirar para otro lado en estos casos. Primero, para acabar con esos focos ilegales de producción de droga. No se entiende que no hayan sido desmantelados todavía. Deje usted de pagar una multa de tráfico y verá cómo le embargan su cuenta. Segundo, para actuar como responsables civiles de población en riesgo, de los más vulnerables, opción esta sin la que dejamos el campo expedito para la selva. Y tercero, por cuestión de simple humanidad, rasgo tan en retroceso entre nuestras sociedades como los glaciares en el Pirineo. Hace poco más de un año, quien fuera catedrático de Filosofía Moral y Política en la Universidad del País Vasco, Aurelio Arteta, publicó el ensayo ‘La compasión. Apología de una virtud bajo sospecha’ (Los libros de frontera), en donde viene a subrayar que el problema de las personas (comunidades, grupos, etc.) solas está en que los demás las hemos dejado en esa condición: solas, a la deriva, dejadas a su suerte. Nosotros diríamos “de la mano de Dios”, que es una forma de añadirle el sustrato compasivo. Sin embargo, Arteta incide en que la compasión, en realidad, es una virtud de fuertes (moralmente, no se me vengan arriba los búfalos) y no de débiles, fundada en la conciencia plena de la dignidad del otro y advierte frente a la creciente falta de compasión, de piedad, en la actual manera de hacer política, donde se antepone el partido a todo lo demás, o en ese nacionalismo retrógrado independentista que hace ver a sus devotos que gozan de unos pretendidos derechos superiores a los de los demás. El diagnóstico, en definitiva, es claro: la indiferencia ante el dolor ajeno es la falta de piedad, la falta de compasión. Y de eso sobra en la Cañada Real y en tantos otros agujeros negros de la indignidad humana en el planeta, en los campamentos para inmigrantes de Arguineguín, en Moria… Pero también en nuestro trato en el día a día, con búfalos y bisontes que miran en metros y autobuses a quienes no lucen su misma cornamenta. Y, en fin, también cuando se quiere realizar una simple domiciliación bancaria de un recibo. José Lorenzo

domingo, 10 de enero de 2021

EMBARRADOS


Dicen que este año ha sido para olvidar. Una pandemia, lutos, confinamientos, soledades, crisis material y anímica. Mejor pasar página y empezar de nuevo. Como cuando se te bloquea la computadora y la apagas para volver a reiniciar. Yo, como pienso que el tiempo es sagrado, no quiero olvidar. Aunque esté un poco prohibido quiero abrazar: abrazar los silencios, las perdidas, los gestos altruistas, la debilidad, la poesía. Sí, la poesía. Durante estos días ha habido mucha poesía. Gente que ha escrito jirones de piel y de sangre. Miradas, por encima de esa mascarilla, que desnudan el alma. Cuentos para los niños que han aprendido que su reinado es tan frágil como sus juguetes. Hemos salido a la puerta para descubrir que somos vulnerables, que nos necesitamos, que Dios es y eso basta. Nos hemos embarrado manchándonos las manos y los pies, con noches en vela, adictos a alguna serie o algún videojuego que narcotizase nuestra realidad. Embarrados de muerte y de vida. Chapoteando por los charcos de los miedos, de las insolencias, con un poquito de locura y con un mucho de ternura. Bebiéndonos a tragos el licor que destila del cielo como una nieve bendita y penetrante. No quiero olvidar las llamadas, medicina en forma de presencia. Los recaderos que han volado sobre sus pies para adornar la puerta de alguna abuelilla. Los que se han visto desbordados en hospitales, cargos públicos, cuidados, tareas de limpieza. Los que no han faltado con un buenos días en la caja de los supermercados. Embarrados por los que se han ahogado en sus arenas movedizas de prejuicio, de autosuficiencia, de poder y de rencor. No quiero olvidar, no debo olvidar… Al fin la vida es esto: un estar de paso, un aprendizaje, un despertar. Reiniciemos, sí, pero sin borrar nada, que el barro también forma parte del camino.



jueves, 7 de enero de 2021

La puerta santa

El día 31 de diciembre por la tarde asistí por en televisión a la apertura de la puerta santa de la catedral de Santiago de Compostela, dando así inicio al Año Santo Compostelano. Muchos de nosotros tenemos la entrañable experiencia de caminar a lo largo del camino desde St Jean Pied de Port a Compostela. Experiencia que permanece imborrable y ha marcado muchos de nuestros mejores días y recuerdos. Este año de silencios, reclusión, desconcierto y reflexión nos ayuda a comprender mejor la importancia de una peregrinación desde un punto de vista personal, con una meta llena de sentido y un recorrido en el que somos capaces de conocernos mejor y de aceptar con sencillez nuestras limitaciones y capacidades. Este año, además, nos topamos con los colores primarios de un Pórtico de la Gloria reconvertido en una recomposición de fe gloriosa, de unos ángeles llenos de vida luminosa y juguetona, unos apóstoles a los que el colorido ha dotado de expresión y determinación risueña, y a un Cristo dominador y misericordioso. Atravesar esta puerta supone llegar a la meta ansiada, vernos envueltos por los olores purificadores del botafumeiro y sentirnos preparados para abrazar devotamente al apóstol tan vecino a Cristo. En cada inicio de un camino personal admitimos, de hecho, que la vida se nos entrega vacía, para que con esfuerzo, amor y fe seamos capaces de elaborar nosotros mismos, con los mimbres que tenemos, un sentido motivador, gozoso y excitante, para ella. Por brillante que sea el mensaje recibido, no nos sirve si no lo hacemos nuestro. Nuestra historia como la de la comunidad creyente es la de un camino que se recorre siempre atentos a nuestros cambios interiores y exteriores, rompiendo rutinas, buscando siempre, encontrando a Dios y al hermano. Juan Mari Laboa

martes, 5 de enero de 2021

VACACIONES EN ROMA

A partir del título, me parece que los lectores de estas líneas se van a dividir en tres: los que envidian la suerte de quien puede coger vacaciones en Roma en pleno curso; los que piensen que menudo disparate viajar a Italia corriendo el riesgo de pillar el coronavirus y los que han asociado el título con aquella película de los años 50 con Audrey Hepburn y Gregory Peck de protagonistas, montados en Vespa por las calles de Roma. Imagino que los de este último grupo no son muchos, pero aciertan con lo que quiero contar hoy. Hace justo un año que pasé unos días en Roma acompañando un retiro del grupo internacional de hermanas jóvenes que se preparaban a la profesión perpetua y, como me sobraba tiempo, estuve visitando casas que eran antes de mi congregación y que han pasado ya a otras manos. Fui a la antigua casa madre, un caserón rodeado de un inmenso parque en una zona señorial: ahora pertenece a la universidad de Roma. Luego fui a la Trinidad del Monte, con sus torres majestuosas dominando las escalinatas que arrancan de la Plaza de España: es una propiedad del gobierno francés que habitamos nosotras durante un siglo pero que, al no poder ya hacernos cargo de ella, ha pasado a la comunidad del Emmanuel. Por el camino me comí un trozo de pizza en un puesto de la calle y acabé mi periplo en nuestra vieja casa del Trastévere que es ya la única que tenemos en Roma, bastante desportillada y necesitada de arreglos. Y al llegar allí, tuve visitas: llegó Madame Grandeur confesando con humildad que su tiempo había pasado y que retiraba a un balneario; llegaron también Mademoiselle Petitesse, acompañada de su prima hermana, la Srta. Disminución: traían maletas, anunciando una visita de larga duración. Como era de esperar, asomaron también las narices otros visitantes indeseables: Mari-ay-que-pena y Mari-ay-que-lástima, agarradas del brazo de Don Hilarión el Nostálgico, como en la verbena de la Paloma. Intentaron liarme con sus lamentos pero, en vista de que no hacía caso, se retiraron por el foro. Llegó también la pareja protagonista de la película, trayéndome de regalo un soplo de frescura y de libertad y por la tarde, al encontrarme en la oración con el pequeño grupo de hermanas (9 ahora, 60 en mi tiempo…), agradecí en secreto y en su nombre la posibilidad que tienen hoy de vivir ligeras de equipaje. A través de decisiones costosas, discutidas y discutibles, de ensayos y errores y de aceptación de los cambios que va imponiendo la vida, se va haciendo posible el dejarles como herencia lo más vivo del carisma, sin obligarlas a vivir mirando atrás, sin agobiarlas con la carga de sostener unos edificios y unas obras que sirvieron en otra época, pero que hoy son inviables. Ellas no lo sabían, pero yo las estaba viendo transitar ágiles y libres por la vida. Como si fueran en Vespa. Dolores Aleixandre RSCJ

ÉL, QUE VIENE


Desde que falleció mi padre he hecho algunos viajes, muchos de ellos con mi madre. Hemos podido disfrutar y compartir un te en las puertas del desierto; gozar de la naturaleza como regalo que es de este Dios que se derrama y canta en los manantiales o en las arboledas; escuchar los coros monocordes en algún monasterio ortodoxo; navegar por ese recóndito paraje en aquel rio que se asemeja al rio de la vida; ver monumentos o construcciones que son patrimonio de la humanidad y nos han recordado que las manos del ser humano son la extensión de esa maravillosa obra creadora de Dios. Pero todos estos viajes siempre han supuesto un espejo para poder disfrutar del verdadero viaje: el viaje de hacer camino juntos, de crear lazos, de ser familia. Nuestra última excursión ha sido al hospital. Con el visado de la pandemia y una cabeza que cada vez deja menos espacio a los recuerdos y mas espacio a los cariños. Hemos disfrutado de la caricia fraterna de auxiliares, médicos, enfermeras. Los ojos se nos han llenado de dolor y de calor. Noches de insomnio entre cables, pañales y mascarillas. Los últimos viajes siempre son los mejores, los que te marcan los recuerdos mas profundos, los que te llevan a transcender y a agradecer. Mi madre se ha recuperado, hemos tenido una prorroga en este “partido”. Pero cada día sigue siendo una oportunidad para viajar: la sonrisa en la mirada, la música del corazón, la preocupación entre los vecinos, la espontaneidad de los niños, los miedos compartidos. Como decía un buen amigo cantautor: “la unidad de tiempo, no son los años que vivas, es el amor que has puesto en ellos”.

Tiempo de Navidad, tiempo extraño, tiempo nuevo. Tiempo de reír, tiempo de llorar. Tiempo para hablar, tiempo para callar. Tiempo de morir, tiempo de vivir. Tiempo para creer, tiempo para esperar. Este viaje continua y Él sigue viniendo y quiere hacerlo contigo. Deja que llene tu casa de luz… “aunque es de noche”.




lunes, 4 de enero de 2021

EL DIA DE LOS INOCENTES

Las bolas de colores, el muérdago navideño (¡este año sin beso!), el abeto, los turrones, las uvas… Todo ello decora la Navidad, y el 28 nos encontramos con otra tradición: los muñequitos de papel. Bueno, no sé si aún se sigue llevando esa broma tan antigua o si las bromas están más presentes hoy en día en las redes sociales… Este año escuchaba una reflexión que me hizo pensar… Llega el hijo de Dios, se hace carne, los pastores lo adoran y los Sabios de Oriente también, y en estos momentos que todo el mundo espera Paz y Amor, Felicidad y Esperanza, es cuando celebramos el 28 de Diciembre, “el día de los Inocentes” para conmemorar la matanza de miles de bebés y la consiguiente huida a Egipto de la Sagrada Familia. Llega el ansiado Mesías y un par de días después… ¡el desastre! ¡Como si un equipo fichara a Messi y al año siguiente descendiera a Segunda! O peor todavía, como si la ansiada vacuna tuviera efectos secundarios aún peores, como lo que pasó en su día con la talidomida (¡Dios no lo quiera!). Desgraciadamente, el día de los inocentes sigue celebrándose a diario “sin poder huir a Egipto”, con millones de “muñequitos de papel” tan frágiles que no tienen voz, que no son tenidos en cuenta, que mueren a diario con la complicidad de sus padres, de los médicos que en esta ocasión no son héroes ni salvan vidas, con el aplauso desde los balcones de una Sociedad que, alentada por sus Gobernantes y ciertos Lobbies, anima a que siga adelante esta matanza como Herodes animaba a sus soldados para que “cumplieran con su deber”. Hoy en día no se habla de otra cosa más que de la Pandemia. Casi 2 millones de fallecidos desde que se inició hace ya un año. Un número monstruoso, pero mucho menor que los 50 millones de bebés asesinados cada año en un mundo que no tiene vacuna para remediar esta otra Pandemia. O si la tiene, pero no la usa… En su recuerdo, las palabras del Profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven». Aquellos inocentes, hace 2.000 años, tenían quien llorara por ellos y quien rezara por sus almas. Dios se apiade de estos otros inocentes, y de todos nosotros.