domingo, 21 de marzo de 2021

SALIR DE PANDEMIA

 Cuando éramos jóvenes nos íbamos de pandemia. Qué tiempos aquellos, con nuestras mascarillas y nuestros geles hidro alcohólicos. Todo eran juegos de miradas, guiños y distancias. A veces me ruborizaba por dentro, que es como ponerte colorado contra la pared. Bailábamos con las manos en la espalda, como los rusos, y esperábamos alguna ocasión para rozarnos sin querer y pedir perdón. Si respiraba muy fuerte se me humedecía el hocico y, no sé porque, me entraban las ganas de reír. La risa también es contagiosa y antes de que cantara el gallo ya estábamos todos riéndonos como locos y bailando con las manos en la espalda. Si éramos demasiados se quedaban en la puerta esperando: uno en el primer piso, otro en el segundo, otro en el tercero, algunos en la terraza que, como estaba al aire libre, permitía más gente. Lo de lavarse las manos era una movida: que ibas a sacar bebida: te lavabas las manos; que ponías la música: te lavabas las manos; que picabas algún canapé: otra vez a lavarte las manos. Eso sí, que bien me olían a ese jabón de lavanda que tanto me gusta, pero como no podía acercarme a nadie solo me daba cuenta yo de la fragancia. Y luego como la cenicienta, a las doce corriendo para casa; yo sí que he perdido algún zapato entre carrera y carrera. Todo lo que cuentan tiene parte de verdad y parte de leyenda. Esto de ir de pandemia tiene su edad y si te descuidas se te pasa el arroz. Muchos han dejado de ir por miedo. Otros ya se tele divierten sin pudor y sin mascarilla. Lo confieso, yo a veces en casa me huelo las manos después de lavarlas con ese aroma de lavanda, me pongo las manos en la espalda y bailo solo hasta humedecer el hocico; entonces rompo a reír como un descosido, que la risa es contagiosa y cuanto la necesitamos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario