El brillo de esa primera luna de primavera anuncia la vida y la resurrección. Cristo ha resucitado en Sevu o en Basile, el capellán de la Fundación Jiménez Diaz o del Hospital de la Princesa, (y otros muchos capellanes), que han dejado tantos gestos de esperanza en enfermos de pandemia, de soledad y de miedo. Ha resucitado en ese grupo de personas que prepara la Iglesia limpiando y recogiendo cada sábado para que el templo esté a punto para todos nosotros cuando llega la semana. Brilla su resurrección en aquellas mujeres y hombres que hacen de la caridad y de cáritas no una palabra si no una mesa compartida, un tiempo para la escucha y para acompañar. Cristo ha resucitado en las familias, catequistas y los niños que cada semana cantan, hablan de Dios, dan palmas y celebran que Jesús es su amigo y compañero. Resucita el Señor en la sonrisa de los jóvenes que leen la palabra, que se divierten y se entregan pensando en un mundo mejor. La resurrección brilla en las hermanas que, con humildad, se preocupan, construyen, consagran sus esfuerzos y sus afectos como el buen samaritano. Resurrección en cada visitador de enfermos o de personas mayores que reciben calor, eucaristía, alimento y cercanía. Cristo ha resucitado en nuestras pobrezas, llenas muchas veces de maquillaje y de mentira, pero siempre acariciadas con ternura por la misericordia de Dios. Resurrección en el que es capaz de dar gratis, de compartir lo poco o mucho que tiene, de mirar a los ojos, de no criticar, de contemplar, de ser constructivo. Ha resucitado en los compañeros que te ven llorar, reír, callar, cantar, que hacen realidad esa fraternidad del padrenuestro. Resurrección cuando se te acaban las palabras, cuando ves la llama apagarse y necesitas volver al fuego primigenio. Ha resucitado en los que se exponen, los que no se conforman, los que no pretenden cumplir un expediente, si no emborracharse de verdad y de vida, y por eso buscan.
Resucito, con la primera luna de primavera. La noche pasada se asomaba en mi ventana y su brillo me despertó. Despertemos. Él ha vencido a la muerte, a las pandemias, al egoísmo, a la soledad, al sufrimiento vacío. Cristo ha resucitado, aleluya, aleluya.
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