martes, 5 de enero de 2021

ÉL, QUE VIENE


Desde que falleció mi padre he hecho algunos viajes, muchos de ellos con mi madre. Hemos podido disfrutar y compartir un te en las puertas del desierto; gozar de la naturaleza como regalo que es de este Dios que se derrama y canta en los manantiales o en las arboledas; escuchar los coros monocordes en algún monasterio ortodoxo; navegar por ese recóndito paraje en aquel rio que se asemeja al rio de la vida; ver monumentos o construcciones que son patrimonio de la humanidad y nos han recordado que las manos del ser humano son la extensión de esa maravillosa obra creadora de Dios. Pero todos estos viajes siempre han supuesto un espejo para poder disfrutar del verdadero viaje: el viaje de hacer camino juntos, de crear lazos, de ser familia. Nuestra última excursión ha sido al hospital. Con el visado de la pandemia y una cabeza que cada vez deja menos espacio a los recuerdos y mas espacio a los cariños. Hemos disfrutado de la caricia fraterna de auxiliares, médicos, enfermeras. Los ojos se nos han llenado de dolor y de calor. Noches de insomnio entre cables, pañales y mascarillas. Los últimos viajes siempre son los mejores, los que te marcan los recuerdos mas profundos, los que te llevan a transcender y a agradecer. Mi madre se ha recuperado, hemos tenido una prorroga en este “partido”. Pero cada día sigue siendo una oportunidad para viajar: la sonrisa en la mirada, la música del corazón, la preocupación entre los vecinos, la espontaneidad de los niños, los miedos compartidos. Como decía un buen amigo cantautor: “la unidad de tiempo, no son los años que vivas, es el amor que has puesto en ellos”.

Tiempo de Navidad, tiempo extraño, tiempo nuevo. Tiempo de reír, tiempo de llorar. Tiempo para hablar, tiempo para callar. Tiempo de morir, tiempo de vivir. Tiempo para creer, tiempo para esperar. Este viaje continua y Él sigue viniendo y quiere hacerlo contigo. Deja que llene tu casa de luz… “aunque es de noche”.




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